A lo tonto, a lo
tonto… en cuanto nos hemos descuidado ya se nos ha acabado la temporada
operística en Valencia. Anoche se produjo el estreno de la última producción de
la temporada, A midsummer night’s dream,
del compositor inglés Benjamin Britten y parece que fue ayer cuando nos
felicitábamos por el inicio de la actividad en Les Arts… Me debo estar haciendo
mayor…
El estreno de
ayer, además, suponía la reparación de una tremenda injusticia, como es que, en
estos diez años de actividad operística en Valencia, no se hubiese estrenado aún
ninguna obra de una figura capital en la historia de la ópera del siglo XX como
es Benjamin Britten. Veremos si con Janáček podemos decir algo
parecido pronto.
Lo cierto es que
esta recta final de la temporada ha tenido un enorme interés, con el
acercamiento a la música de los siglos XX y XXI con Juana de Arco en la hoguera (1938), de Arthur Honegger; Café Kafka (2014), de Francisco Coll;
y ahora este A midsummer night’s dream
(1960), de Benjamin Britten. Y no ha podido tener mejor cierre, porque
no exagero si digo que ayer pudimos disfrutar en Les Arts del mejor espectáculo
de la temporada.
Y que este haya
sido el espectáculo más redondo de cuantos han pasado este año por Les Arts
tiene un mérito añadido, pues las características de esta obra hacen muy
difícil que todo cuadre. Nos encontramos aquí con una ópera coral, con hasta 18
personajes con papel cantado, incluyendo un contratenor y una soprano de
coloratura con una partitura exigente, y ninguno desentonó. Se trata, además,
de una composición muy refinada y colorista que requiere control y matices; y Abbado
los supo encontrar. El coro se reserva a voces infantiles que también se muevan
en escena con soltura; y la Escolanía lo bordó. El personaje de Puck, hilo conductor de la trama, si
resulta soso, todo se tambalea; y Darmanin estuvo sobresaliente. Y la
dirección de escena puede pecar de descuidar el peso teatral de la trama, de querer
innovar demasiado o de ser excesivamente barroca y rancia; pero ayer también se
consiguió una ambientación escénica excelente.
Para la ocasión
se ha decidido elaborar una producción propia del Palau de les Arts, cuya
dirección escénica se ha encomendado al escocés Paul Curran, quien tiene
en su haber un buen número de adaptaciones de Britten, entre ellas otro Midsummer en Roma en 2012. Resultó
palpable que Curran conoce bien la obra de Britten y le respeta
tanto como éste respetó a Shakespeare cuando realizó esta composición. La
puesta en escena se alejó de cualquier tentación de exhibicionismo creador para
centrarse en lo verdaderamente importante, que es servir de vehículo de
comunicación de la fuerza dramática de la partitura y de los versos de Shakespeare,
dando relevancia a los dos aspectos más importantes en esta obra, como son
crear una atmósfera onírica y mágica, y ser especialmente cuidadoso en la
dirección de actores.
La escenografía
se limita a las ruinas de un templo circular rodeado de columnas, una especie
de tholos griego, en el que se irá
desarrollando toda la trama. En alguna ocasión el templo girará, pero con esa
simplicidad escenográfica bastará. No hay un alud de proyecciones ni una
sobrecarga visual, tan habituales últimamente, para lograr la ambientación
requerida. Ésta se conseguirá con el apoyo fundamental de un vestuario adecuado
y un inteligente uso de la iluminación, y la trama fluirá gracias a un elaborado
trabajo de dirección de los intérpretes, cuidando la expresividad y sus movimientos
en escena con sentido dramático y conocimiento teatral.
El vestuario de Gabriella
Ingram me recordó a algunas propuestas de Emilio Sagi, con pelucas llamativas
y vestidos iluminados para las hadas, contribuyendo a la ambientación mágica
del mundo nocturno. La iluminación de David Jacques es de lo mejorcito
que hemos visto en Les Arts últimamente. La oscuridad no era sinónimo de
tinieblas y hubo momentos magníficos, como la entrada de Titania y las hadas al final del acto I, con el templo envuelto en
una luz roja fascinante; la iluminación del rayo de luna; o los colores del
cielo en el amanecer. Estéticamente muy bella resultaba también esa luna
omnipresente en el cielo estrellado.
Los movimientos
de los actores están especialmente trabajados y con sentido teatral. Todos los cantantes
llevan a cabo un derroche interpretativo acorde a la sólida base dramática del libreto.
El trasfondo teatral está omnipresente sin que se perjudique la vertiente
musical, algo que parece elemental y sencillo, pero no lo es. Divertidísima
resultó la intervención de los artesanos y su representación de La muy lamentable comedia y muy cruel muerte
de Píramo y Tisbe; y muy acertada la inclusión de jóvenes bailarines como
apoyo a las hadas de la Escolanía.
Si tuviera algo
que criticar, posiblemente fuese el comienzo de la representación, con una
introducción actuada y hablada, demasiado larga, antes de que se inicie la
música, que ni está escrita por el autor ni pienso que aporte nada; pero, dado
el resultado final obtenido, perdonado queda.
La partitura de Britten
es una absoluta genialidad, habiendo conseguido esbozar, con una orquesta muy
reducida, un colorido y una riqueza de texturas tímbricas espectaculares. Britten
dota a cada uno de los tres mundos que se entrecruzan en la obra (el de las
hadas, los amantes atenienses y los artesanos) de su identidad tímbrica y vocal;
y todo ello envuelto en un clima orquestal etéreo y sutil, propio del sueño que
recorre la comedia como leitmotiv.
Roberto Abaddo volvió a convencerme plenamente anoche, firmando una dirección espléndida,
al servicio del drama, sabiendo destacar la variedad de colores de la partitura,
con claridad de texturas y un manejo maestro de las dinámicas. Estuvo
atentísimo a la escena, marcando todas las entradas y llevando con rigurosidad
matemática la concertación de los difíciles cuartetos del segundo y tercer
acto. Destacó la tensión e intensidad emocional que supo imprimir en momentos
como ese cuarteto del segundo acto, o el comienzo de los actos primero y
tercero, auténticas joyas engarzadas por Britten en los pentagramas.
Sobresaliente, una
vez más, la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Sería sumamente injusto
si destacase aquí a algún solista, porque todos brillaron de forma espectacular.
Sensacional la percusión, tan importante en esta obra, trompeta y metales en
general, celesta, clave, flauta, oboe, fagot, clarinete… y una cuerda de
ensueño. Los pianissimi de los
violines ponían los pelos de punta, y la densidad y terciopelo de la cuerda
grave es difícil de olvidar. Violas, chelos, contrabajos… maravillosos.
Britten hace que
las hadas sean interpretadas por un coro infantil de voces blancas, resaltando así
por un lado la pureza e inocencia y por otro llevando su canto a una dimensión
elevada que nos acerque a su carácter sobrenatural y nos remita al mundo de los
sueños. El reto no resultaba nada sencillo para la Escolania de la Mare de
Déu dels Desemparats dirigida por Luis Garrido, pero salvaron el
escollo con matrícula de honor. Ha de haber un antes y un después en la agrupación
tras el excepcional rendimiento ofrecido ayer. Adecuación idiomática,
conjunción y empaste ante una partitura muy compleja y complicada, y entrega
escénica, fueron el distintivo de la Escolanía toda la noche, con meritorias
intervenciones como solistas de Alejandro Estellés, Joel Orts, Héctor
Francés y Josep de Martín.
Como he dicho
antes, nos encontramos ante una ópera coral, con múltiples papeles cantados, sin
que tenga ninguno un especial protagonismo, y, aunque hubo unas voces mejores
que otras, ninguno desentonó del buen conjunto general.
Britten, en otra
de las genialidades de esta obra, asigna al rey de las hadas la vocalidad de
contratenor, resaltando, con esta voz poco natural, el carácter mágico del
personaje. Quienes me seguís ya sabéis que los contratenores no son
precisamente mi pasión. Pues bien, he de decir que el Oberon de Christopher Lowrey me pareció magnífico. Su fraseo
fue elegantísimo, ligado, rico en matices, permitiéndose alguna regulación
exquisita, y obsequiándonos con un I know
a bank de lujo, donde demostró conocer y dominar también al maestro Purcell.
Si Oberon se encomienda a un contratenor,
el papel de Titania está escrito para
una soprano de coloratura, con una tesitura exigente, que también realza la
condición sobrenatural del personaje. Es un rol más complicado de lo que parece
y la americana Nadine Sierra, que tan buena impresión nos causó en el Don Pasquale de la pasada temporada, lo resolvió
con solvencia. Su voz quizás tenga ya más cuerpo y peso de lo que pueda pedir
la partitura, pero se movió en la coloratura con facilidad y la zona aguda fue
limpia y brillante, no mostrando tampoco ningún problema para hilvanar algún
pianísimo de fábula en su escena de amor con Bottom.
El cuarteto de amantes
atenienses estuvo compuesto por cuatro jóvenes cantantes. Todos ellos tuvieron
una adecuación estilística y comportamiento escénico extraordinarios. En lo vocal
me gustaron más la Hermia de Nozomi
Kato, una de las mejores voces que ha dado últimamente el Centre Plácido Domingo, y el Lisandro compuesto por Mark Milhofer,
muy en la línea Peter Pears, salvando las distancias, justo en volumen,
pero elegante. Dan Kempson fue un Demetrio
de bello timbre aunque de emisión a veces inconsistente; y Leah Partridge
una atractiva Elena que defendió un
papel complicado con habilidad y arrojo, pese a algún apuro y desafinación
puntual.
Los seis
artesanos requieren ante todo de desenvoltura en escena y capacidad para la
comedia, y pocos reproches se pueden hacer a ninguno de los intervinientes. Especial
mención merece el extraordinario Bottom
del veterano Conal Coad. La voz presenta algún desgaste, aunque no
pierde volumen ni rotundidad, ni le viene mal a un personaje que domina con una
vis cómica formidable, que ni siquiera se vio afectada por la lesión de gemelos
que padece y que se anunció por megafonía al comenzar la función. Pese a todo,
no se privó de subir y bajar escaleras ni acompañar en los bailes al resto de
compañeros del sexteto. Un lujazo de Bottom
(con perdón).
Magníficas
también las prestaciones vocales y cómicas del Flute de Keith Jameson, muy divertido cuando encarna a Tisbe. Muy bien Tyler Simpson
como Snug, Richard Burkhard
como Quince, William Ferguson
como Snout y Michael Borth
como Starveling, otro alumno del Centre que no me había gustado nada en Idomeneo, pero que ayer no sólo no desmereció
el conjunto, sino que estuvo más que correcto.
Los papeles menores
de Teseo e Hipólita estuvieron también perfectamente servidos por Brandon
Cedel y una algo más discreta Iuliia Safonova.
Como decía al
principio, si en esta obra te toca un Puck
soso, mejor vete a casa. Pero el Puck
del maltés afincado en Londres, Chris Agius Darmanin, fue soberbio. Dicción
exquisita, gran sentido del recitado, estupendo actor y enorme bailarín rozando
la acrobacia. Y por si fuera poco, las breves frases que canta cuando llama a
los amantes haciéndose pasar por Lisandro
y Demetrio, las entonó perfectamente.
Y para que no
quede nadie sin mención, también destacaré al niño actor Ángel Valdevira,
que parecía casi nenín de chupete, y se movió en escena con una impropia y
sorprendente soltura.
Lo peor de la
noche fue la, no por esperada menos decepcionante, escasa asistencia de público
a este estreno. Demasiados huecos en la sala que fueron incrementándose en los
dos intermedios. Algo que, sinceramente, no comprendo. Entiendo que los
prejuicios ante la ópera del siglo XX hiciera que muchos no se animasen a ir, y
eso lo esperaba porque, lamentablemente, pasa también en otros teatros de mayor
tradición; pero que, ante un espectáculo tan completo como el ofrecido ayer,
decidas irte a casa o a ver a veintidós tíos en calzones patear un balón, no lo
comprendo. Eso sí, los que se quedaron acabaron braveando y ovacionando en pie
a todo el elenco artístico, incluyendo a la dirección de escena, jaleada sin
reservas. Hacía tiempo en Les Arts que no se veía a un público tan entusiasmado
al final y, lo que es mejor, con muchos jóvenes con la sonrisa en el rostro. Y
eso compensa por todos los lechuguinos añosos que se marcharon.
Como sigo siendo
un poquito touchineggs no puedo
evitar volver a sacar punta al subtitulado. No me gusta que traduzcan los
nombres de los artesanos… pero vale. No me gusta que se utilicen giros o
expresiones actuales… pero vale. Ahora bien, ¿por qué narices hay que pretender
ser más gracioso que el autor del libreto o, en este caso, que Shakespeare?
¿Por qué hay que inventarse ocurrentes juegos de palabras, cuando no los hay en
el original? Esos “A Tisbe no atisbo”,
o “la pared se pira”, quedarán muy cuñaaao, pero sobraban.
Bueno, ya
termino. Por favor, haced correr la voz. Estamos ante un espectáculo
formidable, tanto escénica como musicalmente, y puede ser una ocasión única
para descubrir la riquísima música de Benjamin Britten y su perfecta
comunión con la base dramática que lo sustenta; para acercarnos al teatro de Shakespeare
o, simplemente, para disfrutar de una mágica noche de ópera.
No puedo ir porque estoy en la tierra de Britten precisamente hasta finales de julio. Me quedo con muchas ganas, tu crónica derrocha entusiasmo por la obra y el resultado visto en Les Arts.
ResponderEliminarCreo que te hubiese gustado y me hubiese encantado conocer tu opinión. Aprovecha a ver si pillas alguna ópera de Britten por ahí.
EliminarUn abrazo
No hay Britten, me temo! En la ROH está programado un Trovatore con Kunde y Semenchuck y un Nabucco con Domingo, parece el Palau de Les Arts! Me interesaría más un Werther con DiDonato (y Grigolo). A ver si puedo ir. Un abrazo.
EliminarQuerido Atticus, sólo dos cosas: me alegra muchísimo que te gustara tanto la obra, el espectáculo me pareció soberbio, pero veo que eres un maleducado y un intransigente, soy de los que me fui porque confirmé que no me gusta la música de Briten, pero no me tengo por un lechuguino añoso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eduardo.
Querido Eduardo yo tampoco me tengo por maleducado ni por intransigente. Así que te pido disculpas si te has sentido ofendido por un comentario, a la vista está que desacertado, que no pretendia ni ofender ni generalizar calificativos a todas las personas que se marcharon.
EliminarSaludos
Gracias por tu disculpa que naturalmente acepto y que me alegra enormemente pues te sigo hace mucho tiempo.
EliminarUn saludo.
Eduardo.
Atticus no ha estado acertado, pero comprar una entrada para confirmar que Britten no te gusta y encima no esperar al final de la obra para terminar de confirmarlo, también tiene su gracia :) (espero que el comentario sea tomado con sentido del humor).
EliminarAsí lo tomo...y me explico: tengo el abono y me interesó ver el espectáculo, con un rato tuve bastante.
EliminarSaludos. :) ;)
Eduardo.
Com sempre, ho has clavat, Atticus. Enhorabona per la teua crònica. La nostra filla, en acabar el segon acte, va descriure l'espectacle com a hipnòtic. Crec que la xiqueta ho digué molt bé. A l'hipnosi contribuí Abbado amb un tempo i un volum sempre encertadíssims.
ResponderEliminarLa idea de convertir el 'bosc' d'Atenes en unes ruīnes clàssiques és molt bona. Però el tholos era massa enorme. Jo no sé a partir de quina fila es podia veure bé qui estava dormint dalt. A més, la gràcia de l'obra és que els personatges entren i ixen perduts d'un espai limitat, circular. Collons, qui es pot perdre al costat del tholos de Delfos?! Un bosc misteriós de columnes caigudes hauria sigut més bonic, hauria fet més visible el joc escènic i el Puck este del Cirque du Soleil hauria pogut saltar igual.
La direcció del Palau de les Arts mereix tot el suport del públic i els polítics per la valentia i l'encert de la programació. Crec que tots tenim clar que València no ha de caure en un cercle viciós de traviates i bohemes. Cal anar a relaxar-se i experimentar esta meravella.
Ayer pensé lo mismo que comentas respecto a la visibilidad de lo que ocurre sobre el templo. En la parte de la platea más próxima al escenario se pierden algunas cosas y se perciben mejor algunos efectos visuales.
EliminarPor supuesto que ha de apoyarse la diversificación de los títulos operísticos propuestos desde la direccion de les arts y esperar que se siga en esa línea sin abandonar el repertorio germánico últimamente tan olvidado.
Hipnótico es una definición acertadisima.
Ojalá el público responda.
Disfruté muchísimo. Me parece una producción inteligente y de calidad. Mis felicitaciones Sr. Livermore
ResponderEliminarÁnimo a todos a ir, sin dudarlo!
Enhorabuena por tu crónica con la que coincido.
Salí encantada y quiero repetir!!!!
El señor Livermore no ha hecho nada, son los artistas del coro y orquesta y los cantantes y otros artistas que merecen sus felicitaciones
EliminarCreo que sin la decisión del intendente actual, no habríamos podido disfrutar de estas representaciones. Al igual que se le crítica, ahora merece la felicitación
EliminarObviamente la felicitación principal ha de hacerse al equipo artístico y musical de esta producción, pero creo que es de justicia felicitar a la direccion del teatro por haber apostado por programar Britten y encomendar a Curran esta producción.
EliminarSoy una aficionada reciente a la ópera y no entiendo mucho de coloraturas ni de colocaciones de voz, ni si los pífanos han entrado tarde o pronto. Solo sé si me gustan o no; si me aburren soberanamente o si me emocionan hasta los pelos de punta. Y la de * fue de las que sí. Iba con miedo por ser una ópera “moderna” pero empecé a disfrutarla desde el minuto uno hasta el final. No me puso los pelos de punta, cierto, pero lo pasé divinamente.
ResponderEliminarPues eso es lo importante, si te gusta o no. Las cuestiones técnicas son secundarias. Y está muy bien perder el miedo y dejarse llevar... y luego ya cada uno determinará si se lo ha pasado mejor o peor.
EliminarGracias por tu comentario
Con *, me refiero a la de Britten.
ResponderEliminar¿La ópera espectáculo caduco y antiguo? ¿La ópera espectáculo elitista? ¿Hay que ser un entendido para poder disfrutar de la ópera? Todo el que haya tenido la suerte de asistir a esta representación conoce ya las repuestas.
ResponderEliminarY gracias a todos los responsables de Les Arts por haber completado una temporada tan digna con tan pocos medios.
Gracias por tan lúcido comentario, al que yo añadiría otra pregunta... ¿Britten un autor difícil?
EliminarGracies per la magnífica crónica(com sempre) Esperem vore-la el dia 18 i tenim ganes.
ResponderEliminarYa nos contarás tus impresiones...
EliminarBajando en euromed para ver esta fascinante obra y expectante e ilusionado por lo aquí leído. Magnífica crónica. Gracias!
EliminarJ.Olivé.
Comentario mal "colocado" pero coincidente en fecha y expectación... :-)
EliminarJ. Olivé.
Ayer salí más entusiasmada que la primera vez, el domingo pasado.
ResponderEliminarFelicito a todos por hacerme pasar una noche extraordinaria. Un acierto total. Quisiera hacer una mención especial a los solistas de trompeta y trombón. No puedo más que deshacerme en elogios, qué grandes sois.
Hablando hace un momento con un amigo me explicaba la razón de que siempre disfrute más en las repeticiones. Dice mi amigo, que la primera vez la impresión visual te resta concentración en la música. Y tiene toda la razón. Conocida la inteligente y magnífica puesta en escena, me concentré exclusivamente en la música y disfruté de una de las noches memorables de Les Arts.
Mil gracias y enhorabuena a todos!!!!!
Qui ha anat a la funció del dia 16 i ens pot comentar com cantà l'altra soprano, O'Loughlin?
ResponderEliminarCompletó una muy buena Titania aunque un punto por debajo de Nadine. Especialmente en cuanto a variedad de fraseo y matices.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSe acabó la temporada, ¡Y CÓMO HA ACABADO!
ResponderEliminarCon una grandísima puesta en escena de una obra que musicalmente es una joya, joya que encierra multitud de pequeñas joyitas, una para cada personaje y cada una con el instrumento y las notas tan bien puestas que no es posible imaginar otra manera. Britten es muy grande, y es una pena que tanta gente huya sólo porque nació y creó en el siglo XX, como si eso fuera un pecado mortal ¿Veremos alguna vez su "Muerte en Venecia" o "Peter Grimes" aquí?
No se puede decir que las voces, salvo la de Botton, sean magníficas, pero nadie desentonó como tantas veces hemos sufrido en Les Arts; y el trabajo interpretativo ha sido realmente bueno, fruto seguramente de un director artístico que sabe lo que hace con la escena, con las luces, con los personajes, que innova respetando totalmente el espíritu y el texto de Shakespeare y la música de Britten; a ver si aquí "alguno" aprende, ya que se autoencarga tanto.
Lo peor, como tantas veces, un público que sigue pegado al móvil, que se levanta para irse cuando aún está bajando el telón, que...en fin, lo ya dicho repetidamente...
Para como estamos económicamente, en la ruina total y con Montoro dando hachazos vengativos, quizás no podamos pedir más en cuanto a voces, pero afortunadamente tenemos esa gran orquesta y ese magnífico director, Abbado, que le saca todo el partido y más.
Aún queda algún concierto en ambos Palaus, Les Serenates de la Nau, el Festival de Música de Cámara de Godella (otra joya de la mano de Joan Enric Lluna); aún podemos disfrutar antes de que nos socarre agosto.
Saludos y hasta la próxima.
Cierre de temporada por todo lo alto en Les Arts! Y con una obra difícil y poco popular, por no decir nada popular. La calidad musical de esta obra es inmensa, y el tema y argumento ideales para lucimiento teatral y escénico; queda pues interpretarla con el acierto suficiente de manera que nos llegue con toda su magia. Y así ha sido y así me llegó ayer. No hay nada como sentirse metido dentro del espacio escénico, arrebatado por las fantasías que tienen lugar y envuelto en esta música de Britten tan y tan extraordinaria. Tan solo me queda felicitar a Les Arts por programarla y por servirla, musical y teatralmente, a tan alto nivel. Es lo menos que se puede decir cuando uno ha asistido a un hermoso ejemplo de ópera total.
ResponderEliminarJ.Olivé