Ayer dio comienzo oficialmente la temporada operística 2017/18 en el Palau de les Arts de València. Desde que se anunció el contenido de la programación de este año sabíamos que nos encontrábamos ante una de las grandes citas para el aficionado, confluyendo el interés que siempre tiene un inicio de temporada, con la representación de una de las indiscutibles joyas del repertorio, la grandiosa, en todos los sentidos, Don Carlo, de Giuseppe Verdi, contando además con la presencia, cuestionable pero siempre taquillera, del incombustible Plácido Domingo en el reparto.
Pero por si había poco picante en el guiso, el pasado martes 5 de diciembre Davide Livermore decidió vaciar el frasco de tabasco en la olla, anunciando de forma inesperada su dimisión como intendente y director artístico de Les Arts, como ya os comente AQUÍ; por lo que había también gran interés por saber cómo reaccionaría el público valenciano ante la noticia y si los representantes políticos responsables del área de Cultura acudirían al inicio de temporada, como hizo el conseller Marzà el año pasado o al comienzo de la pretemporada del anterior.
Marzà en su Mundo del Revés |
Por cierto, igual de indecente e impresentable es la postura de la señora Catalá quien hoy ha salido sacando pecho y acusando de cobardía al actual gobierno, cuando ella es culpable en muy gran medida de todo lo que está pasando hoy.
Quien sí estuvo dando la cara, asistiendo a la representación y departiendo en el descanso con quienes se acercaban a él, fue Davide Livermore. Fui testigo de cómo numerosos aficionados se acercaban a mostrarle su apoyo y le noté alterado y muy enfadado.
Nada más salir ayer Ramón Tebar al foso y antes de iniciarse la representación, una espectadora solicitó “un aplauso para el maestro Livermore”, petición que fue seguida de una larga ovación. Después, antes de la salida del director tras el descanso, una voz gritó “conseller cobarde”, secundándose con numerosos aplausos y con otras voces como “fuera políticos” o “no os carguéis la ópera”. A continuación, la salida de Tebar fue acompañada de una larguísima e intensa ovación dirigida a la orquesta.
Girona en su Mundo del Revés |
Por cierto, alguien debería aclararle a Girona que el cargo de Helga y de Livermore ha sido intendente y director artístico, nunca “superintendente”, como reitera en todas sus declaraciones, no sé si consciente o inconscientemente. El único superintendente conocido es Vicente, el de la T.I.A., la agencia en la que trabaja Mortadelo y donde seguramente el señor Girona haría mucho mejor papel, junto al profesor Bacterio, que en la conselleria de Cultura.
Después de aquellas primeras declaraciones de Girona se ve que alguien se ha dado cuenta de que estaban metiendo la pata hasta las ingles y han procurado maquillarlas diciendo toda clase de tonterías, como que el funcionamiento de Les Arts “no ha sido ni será diferente al del resto de recintos del mundo”. Cualquier persona que haya trabajado en o con Les Arts sabe que eso es simplemente falso. Dudo que haya en todo el mundo otro teatro de ópera del nivel de Les Arts que tenga similares trabas burocráticas, económicas y administrativas para su funcionamiento diario y su gestión interna y artística. Eso es así y es una consecuencia de la dependencia económica y orgánica respecto a la administración autonómica, lo que impide, por ejemplo, que la orquesta pueda reforzarse adecuadamente, al aplicarle las mismas limitaciones en cuanto a contratación de nuevas incorporaciones que las que afectan a cualquier departamento administrativo funcionarial de la Generalitat.
También han salido corriendo ahora los Marzalitos a decir que nunca han pensado en hacer concursos públicos para contratar a los artistas de la temporada operística y que eso ha sido una invención de Livermore. Pues miren, tampoco es cierto. Eso lo dice Livermore porque es lo que se desprende de los informes de auditoría de cumplimiento de la Intervención General de los años 2015 y 2016.
Siguen insistiendo en que hay que abrir el Palau a la sociedad civil, no sé si es que ahora estará ocupado por el tercio Duque de Alba de la Legión o que los aficionados y abonados actuales no somos sociedad civil. Estos últimos años con Livermore al frente creo que precisamente se han dado muchos pasos hacia el acercamiento del género y del teatro a toda la sociedad valenciana con múltiples iniciativas. Lo que realmente habría que abrir a la sociedad civil y al mundo de la cultura y el arte es el Patronato de la Fundación Palau de les Arts, hoy copado por ineficientes y obtusos cargos políticos.
Se pretende engañar a la gente diciendo que lo que quieren, cuando proponen eliminar la figura de intendente y sacar a concurso la de director artístico, es equiparar el organigrama al de otros teatros como Madrid y Barcelona. Es cierto que ahí no hay intendente, pero sí director artístico, como lo era Livermore. Matabosch no fue elegido por concurso; sí lo fue en el Liceu Scheppelmann, pero desde luego en su proceso de selección no tuvo que acreditar, como dicen que pedirán ahora los Marzalitos, conocer la filosofía del gobierno de turno o el conocimiento oral y escrito de la lengua catalana... y ojo que hablamos de Barcelona.
En fin, ya seguiré comentando todas estas cuestiones en otro momento. Davide Livermore lo explica todo bien clarito en la entrevista que concedió ayer a El Mundo y que podéis leer AQUÍ. Yo voy a cambiar de tema porque si sigo no voy a decir nada de lo realmente importante de ayer que fue la representación de ópera que tuvo lugar.
La producción elegida para la ocasión, de la Deutsche Oper de Berlín, cuenta con la dirección escénica, escenografía e iluminación del suizo Marco Arturo Marelli y el vestuario de Dagmar Niefind. Como sabiamente la ha calificado el amigo Titus, se inscribe en ese, últimamente tan habitual, estilo “neososo” que te vale igual para un Don Carlo que un Barberillo de Lavapiés.
Toda la fuerza de la puesta en escena reside en una variada iluminación y una escenografía mínima, compuesta apenas por una serie de bloques o paneles móviles que configuran los distintos espacios escénicos. Durante la mayor parte de la obra se juega con el hecho de que el hueco que dejen esos paneles conforme la figura de una cruz, haciendo así presente en todo momento el omnímodo y vigilante poder religioso. El permanente movimiento de los paneles y los espacios que se van configurando dotan de agilidad a la propuesta y exigen un intensísimo y preciso trabajo por parte del equipo técnico del teatro, entiendo que de ahí que estos saliesen a saludar al término de la función.
Creo que visualmente funciona bastante bien y algunas escenas, como la del auto de fe, me pareció muy interesante, aunque en ésta la situación del coro entre los paneles y en las alturas intuyo que dificultaría su proyección y les exigiría un esfuerzo extra. En el apartado de movimiento escénico y dirección de actores no hay tampoco nada especialmente reseñable, pero sí que todo el conjunto presenta una homogeneidad del discurso dramático y deja fluir sin trabas la historia contada y cantada.
El vestuario mezcla distintas épocas y estilos optando por una abundancia de colores neutros o negros, a excepción del verde de Éboli, los blancos y azules de la reina y el rojo del clero. Sí pienso que alguna mayor carencia se aprecia en el apartado de caracterización y maquillaje, no sé si voluntaria o involuntariamente. Creo que poco hubiera costado un bote de Farmatint o una peluca de Casa Picó para que el Rodrigo encarnado por Plácido Domingo intentase al menos dar el pego de que, como ocurre en el libreto, se trata de un personaje de la misma edad que Carlo y no alguien que podría ser su abuelo. Y luego, la apariencia casi de zombis de los diputados flamencos o el aspecto cantinflanesco de Tebaldo, les hacen perder cualquier connotación dramática. Tampoco me gustó el exceso de humo presente en la sala gran parte de la noche sin venir a cuento. Imagino que cuando fueran a quemar en la hoguera a los herejes estos ya estarían asfixiados y medio ciegos, como buena parte de la platea.
Lo mejor de toda la velada, en mi opinión, estuvo en la magnífica dirección musical de Ramón Tebar. El nuevo titular de la Orquesta de València y principal director invitado de la Orquestra de la Comunitat Valenciana volvió a mostrar gran sensibilidad y conocimiento de la obra verdiana, como ya hiciese en febrero con La Traviata. El director valenciano consiguió un óptimo ajuste de balances entre foso y escena y llevó a cabo una meritoria labor de concertación. Tebar, muy minucioso, guió la orquesta con nervio, buen pulso y tensión dramática, cuidando al mismo tiempo mucho las voces. Eso hizo que en algún momento, especialmente en intervenciones de Plácido Domingo, el material orquestal plegase gran parte de su protagonismo a las exigencias de las peculiares condiciones vocales del cantante; pero sin que en ningún instante decayese la tensión.
Ayer, en manos de Tebar la Orquestra de la Comunitat Valenciana volvió a adquirir las sonoridades de antaño y hubo momentos absolutamente mágicos. Creo que fue de menos a más y, tras un primer acto algo más anodino con unos cantantes bastante planos en lo expresivo, la emoción fue ganando enteros con unos dos últimos actos soberbios. Es imposible no recordar la gran escena del auto de fe que nos brindó Maazel en 2007, pero anoche Tebar no desmereció en absoluto, ofreciéndonos una intensidad orquestal y una emoción espectaculares, con un gran rendimiento de los atriles del foso y de la orquesta interna. Fue una noche especialmente inspirada de toda la sección de cuerda, especialmente de la cuerda grave y también de los metales. Hubo grandes instantes de arrebatadora intensidad dramática y enorme calidad musical, como toda la escena del Inquisidor con Felipe II; el precioso diálogo de cuerda grave y metales al comienzo del acto cuarto; el inicio del acto segundo; el dúo entre el rey y Elisabetta del acto tercero; la entrada del pueblo al final del acto tercero, con un nervio orquestal impactante; los violonchelos en el trío del acto tercero; la cuerda en la entrada de la guardia en la escena final; o, por supuesto, el estupendo solo de violonchelo de Guiorgui Anichenko que acompañó el aria de Felipe II. También hubo instantes de lucimiento para el oboe de Pierre Antoine Escoffier; de Ana Rivera con el corno inglés, como en el acompañamiento a Non pianger, mia compagna; o la flauta y los metales en la muerte del marqués de Posa.
En medio de la tempestad política y económica que lleva azotando estos últimos años la nave de Les Arts, a pesar de la fuga de atriles que está padeciendo la orquesta, y sobreviviendo a la incapacidad de los dirigentes políticos para reforzar la agrupación de forma que se garantice su continuidad, es un auténtico milagro que la Orquestra de la Comunitat Valenciana siga ofreciendo la inmensa calidad que la sigue consolidando como la mejor orquesta de España sin discusión posible.
Plácido Domingo asumió el rol de Rodrigo, marqués de Posa, uno de los más bellos papeles baritonales de la producción verdiana. Sé que siempre es delicado hablar de Domingo y a mí se me hace especialmente difícil porque me provoca grandes contradicciones. En cualquier caso, voy a dar lo que no es más que mi opinión y lo que realmente pienso. Creo que el rol de Posa en la interpretación del veterano artista madrileño queda completamente desdibujado. Ya he comentado muchas veces que comprendo que la presencia de Domingo en la temporada valenciana es un aliciente para muchos espectadores y garantía de agotar las localidades; pero lo que se está agotando de verdad es la paciencia de otros muchos aficionados entre los que me incluyo, ante el maltrato y descafeinamiento de los que son objeto algunos personajes operísticos, como es el caso de este Rodrigo.
Reconozco la grandeza del artista Domingo y su insuperable carrera, sigo alabando y admirando su fuerza dramática y su inteligencia interpretativa, de la que continúa haciendo gala, pero no me parece que eso haya de justificar el que nos tenga que parecer normal o incluso bien que siga cantando estos papeles de barítono sin tener voz de barítono, con carencia absoluta del color baritonal, sin graves y presentando un instrumento cada vez más gastado. Su encarnación del personaje es dramáticamente espléndida, pero ese no es Rodrigo, ni vocal ni físicamente. Asistir por primera vez a Don Carlo con este Rodrigo es engañar al público. Admito que igual es preferible tener a Domingo, sea lo que sea, que a un barítono malo y soso; pero creo que se deben aceptar las reglas del juego.
Dicho todo lo anterior, al mismo tiempo reconozco que si alguien anoche en escena conocía las claves y acentos del fraseo verdiano, ese fue Domingo. Si alguien derrochó carisma escénico e intensidad dramática en cada intervención, ese fue Domingo. Si alguien supo encubrir sus debilidades y venirse arriba en los momentos precisos, ese fue Domingo. Paradigmática fue la escena de su muerte, donde echó el resto, mostrando, pese a la falta de fiato exhibida toda la noche, un fraseo ligado y cargado de intención. Escénicamente su muerte dejó más que desear y tardó más en hincar la rodilla que un Victorino de los bravos.
La reina Elisabetta corrió a cargo de María José Siri, otra vieja conocida en Les Arts. La soprano uruguaya presentó buena proyección para una voz de emisión sólida, sin graves pero muy segura sobre todo por arriba, pese a alguna oscilación y algún agudo abierto; pero, como ya ocurriera en sus anteriores presencias en este teatro, su expresividad es limitada y su canto carece de emoción, renunciando casi por completo a cualquier tipo de variedad o riqueza en un fraseo, monótono y bastante plano. Curiosamente lo mejor de la velada vino en su gran aria del acto cuarto, donde ofreció alguna regulación e incluso se permitió enhebrar una messa di voce de buena factura en la invocación a Francia.
El papel del infante Don Carlo se ha encomendado al italiano Andrea Carè, un tenor que está cantando papeles de spinto en recintos tan prestigiosos como Londres, Bruselas, Barcelona o Madrid. Mi impresión particular es que nos encontramos, una vez más, ante un caso de tenor lírico con grandes posibilidades al que se le intenta explotar cantando papeles que vocalmente puede afrontar pero que pueden pasarle factura muy pronto. Después de escucharle ayer no parece muy normal que con las características de su instrumento y su juventud esté centrando prácticamente toda su carrera en personajes como Don José, Pollione, Cavaradossi o Radamés. La voz no es fea y pretende mostrar autoridad en la zona alta, aunque con algún apuro en la zona de paso y notables estrangulamientos. El mayor problema lo encontré en un fraseo desganado, atropellado, sin clase ni emoción alguna y sin sentido del legato, todo acompañado además de una inexpresividad propia de un maniquí de Cortefiel.
El agradecido y complicado papel de Felipe II lo asumió el bajo ruso Alexander Vinogradov a quien ya hemos tenido por aquí otras ocasiones, como las Vespri Siciliani con las que se inauguró la pasada temporada. Hay que reconocer que, aunque su canto continúa siendo poco refinado, su voz tiene gran presencia y volumen y consigue meterse al público enseguida en el bolsillo. Ayer además, en esa auténtica joya que es el aria que abre el tercer acto, resolvió la papeleta con gran inteligencia, exhibiendo un canto ligado y un fraseo sentido. Fue, junto a Plácido, el triunfador de la noche.
Después de algunos años interpretando papeles de soprano, Violeta Urmana vuelve a nuestro teatro en su cuerda natural, la de mezzo, con un papel no muy extenso, pero de enjundia vocal, como es la Éboli. Aunque ha perdido parte de la frescura natural del timbre que exhibiera en sus inicios, mantiene un poderío incontestable y una entidad dramática imponente. Su voz se muestra todavía homogénea y aunque en los extremos de la tesitura tiende al chillido por arriba y se pierden graves por abajo, la fuerza expresiva de la Urmana a mí me convenció completamente.
El Gran Inquisidor que compuso Marco Spotti apenas se quedó en un pequeño monaguillo. Este inquisidor verdiano precisa de una voz de bajo profundo que estremezca, que imponga autoridad en sus dúos con la voz también grave del rey. Anoche la voz de Vinogradov como Felipe II era mucho más imponente y grave que la de un Spotti que a su lado ni siquiera parecía un bajo, sino más bien un baritonete de voz oscura. No obstante fue también muy aplaudido.
En los papeles secundarios destacaría especialmente al Tebaldo de Karen Gardeazabal y al estupendo conde de Lerma que ofreció Matheus Pompeu.
Cumplieron correctamente Rubén Amoretti, Olga Zharikova y los Diputados flamencos: Javier Galán, Manuel Mas, Valentin Petrovici, Pedro Quiralte, David Sánchez y Arturo Espinosa.
En el palco, como dije al comienzo, no había ningún responsable principal, secundario o chupatintas de la consellería de Cultura. La representación política institucional apenas estuvo cubierta por la consellera de Justicia, Gabriela Bravo y el diputado de Cultura, Xavier Rius. También estaba por allí el ex presidente Fabra, no pude ver si en vaqueros, pero tiene napias la cosa… después de que en todo su mandato apenas asomase el pico por el palco un par de veces y de que no hiciese absolutamente nada por mejorar la situación del teatro, que ayer se acercará a Les Arts hace pensar si era al olor de la posible carroña. Qué pena.
Al finalizar la representación hubo muy entusiastas ovaciones para todo el reparto, triunfando claramente Domingo y Vinogradov. Se produjo un hecho curioso en los saludos: posiblemente por despiste, cuando ya habían saludado todos los solistas, volvieron a entrar y a comenzar, esta vez por donde tocaba, por figurantes y coro, que antes se habían quedado sin salir. Hubo también la novedad de que tras los saludos del responsable de la dirección escénica pasaron al escenario gran parte del equipo técnico del teatro, posiblemente para reconocer el arduo trabajo técnico que conlleva la producción, pero el caso es que, como el ambiente estaba caldeadito con el tema Livermore/Generalitat, la mayor parte del público lo interpretó como que era un gesto de apoyo del personal de Les Arts a su dimitido intendente.
No sé cómo acabará el nuevo culebrón de Les Arts, pero es imposible que seamos optimistas. Ayer a la salida un espectador me preguntó si de verdad yo pensaba que se iban a cargar la ópera en València, que él pensaba que al final se impondría la sensatez. Yo le envidié su confianza, pero, aunque de verdad pudiera creer en la sensatez de los representantes políticos y en que Marzà se dé mañana un golpe valenciano en la cocorota y de pronto se interese por el sostenimiento y apoyo de un proyecto de ópera de calidad en el Palau de les Arts, veo casi imposible que el daño pueda repararse.
Ojalá me equivoque, pero de momento lo que es un hecho incuestionable es que el coliseo valenciano se encuentra sin director artístico. ¿Qué pasará durante estos próximos meses mientras se nombra a un responsable de la dirección artística? Los teatros de ópera trabajan a muchos meses vista y este parón en la dirección puede condenar la organización de la próxima o próximas temporadas. ¿Qué pasará si Biondi o Abbado o ambos deciden marcharse tras la salida de Livermore? ¿Qué ocurrirá esta misma temporada en mayo con la programación de Tosca, de cuya dirección escénica se encargaba Livermore como parte de un contrato que ya no existe y cuyo coste también entiendo que estaba incluido?. ¿Ahora le pagarán ese trabajo?, ¿se cancelará?
En fin, ya iremos viendo. Compañeros/as sigamos alerta y peleando, es lo que nos queda. De momento disfrutemos de lo bueno que tenemos mientras dure, por ejemplo de este estupendo Don Carlo.
Me encantó la opera sobre todo el tercer y cuatro acto, magníficamente cantado. Orquesta y coro extraordinarios. El primer acto fue un desastre, la confusión de voces en la maravillosa aria de tenor y barítono fue de lo peor que hemos visto hace tiempo. Coincido en tus apreciaciones sobre Plácido, creo que bondadosas por ser quién es y por el cariño que le tenemos, menos mal que su final fue muy digno porque en general no está para cantar,al menos papeles de barítono como este. La escenografía me encantó. En Resumen, magnífica noche.
ResponderEliminarEduardo.
Gracias por compartir tus impresiones, Eduardo. El final de Plácido fue realmente bueno. Pienso que, aunque sobre todo con las voces hay sus más y sus menos, el espectáculo en su conjunto es muy disfrutable.
EliminarUna crítica estupenda. Enhorabuena. Yo me lo pasé genial. Creo que Violeta Urmana estuvo genial en la difícil escena de 'Don fatale'. No le vi mucho sentido a que la reina estuviese presente en un aria que es más bien una reflexión interior de la princesa de Éboli, aunque bueno, la dirección es la dirección. Me llamó mucho la atención la insistencia de público por querer aplaudir absolutamente todo y encima a destiempo; y ya no hablamos de tener aplaudir 5 compases antes de que acabe el acto, es que se llegó al extremo de no dejar terminar el pianissimo del final de la escena de Felipe II. Me parece un insulto, ya no digo al público, sino al director de orquesta y a los músicos. Creo que la gente debería plantearse por qué consideran que la última nota tiene menos importante o merece menos respeto que la primera. Un saludo.
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Ahora que comentas lo de la presencia de la reina durante el aria de Éboli, me doy cuenta de que no he dicho nada de que esta propuesta escénica cambia el final de la ópera... En fin, cosas de los registas.
EliminarLo del público fastidiando los finales musicales es un tema de educación que tiene difícil solución dado lo mal que vamos por aquí en ese terreno
Por curiosidad,¿el Rubén Amoretti que aparece es el mismo que el que interpretará a Mefistóteles en La damnation de Faust, o es una coincidencia?
ResponderEliminarDesde mi desconocimiento del reparto te diré que intuyo que sí
EliminarRespecto al futuro de les Arts para nada estoy de acuerdo en lo que pretende la Generalitat, que al final no lo hará pero tampoco en beatificar al Sr.Livermore, demostrando que una vez más la sociedad no está al revés pero sí polarizada.
ResponderEliminarMe alegra enormemente saber que tienes claro el futuro de Les Arts. Ojalá yo fuera tan optimista.
EliminarRespecto a Livermore no creo que yo le haya beatificado precisamente en este blog. Ahora bien, sus declaraciones me parece que reflejan de forma cristalina la realidad de lo que sucede en Les Arts. En lo que haya detrás, en las motivaciones de unos u otros para actuar de una determinada manera, no entro; pero los hechos son los que son.
Enhorabuena Atticus por la crónica. Gran noche de ópera. Como siempre los políticos como antítesis del nivel artístico y humano mostrado por nuestro teatro, aunque parezca que los espectadores actuales no formamos parte de la sociedad civil requerida. El sr. Livermore tendrá sus imperfecciones, como todos, pero a diferencia de nuestros representantes en las instituciones, hizo acto de presencia, con la dignidad del que utiliza el discurso bien construido y meditado como arma. Excelente ambiente, orquesta en plenitud, mucho extranjero educado siempre bienvenido, y un fraseo excepcional de Plácido en sus momentos finales. Si en Valencia como máximo una entrada cuesta 135€, alrededor de un 60% más barata que un estreno en Madrid o Barcelona con un buen nivel artístico, acaso piensan los políticos que vamos a pagar lo mismo por producciones de carácter local o alquiladas low cost. En Madrid, esa prueba se ha realizado en los teatros del Matadero. De una recaudación alrededor de 2 millones € se ha pasado a 25.000 € en el último año. Y los costes de la infraestructura permanecen. Cuesta lo mismo limpiar el trencadis si actúa X o Y.
ResponderEliminarDisculpa pero no entiendo el sentido de tu aportación al blog. Tenemos la mejor relación calidad-precio de España. Con 135 euros, que a mucha gente le cuesta pagar o le es imposible, no se cubren los gastos de lo que vemos en el escenario. Por tanto, los que amamos la ópera, como tu y yo, tendremos que ser humildes y arrimar el hombro, gastarnos el dinero y colaborar con el proyecto, aunque tenga momentos más flojos. Y los políticos no deben perder de vista los beneficios sociales y económicos que colateralmente aporta la ópera a la ciudad, que también hay que computar como ingresos.
EliminarNo sé si te estas refiriendo a mí o al anterior comentario, pero yo creo que los tres estamos en la misma línea.
EliminarDefendemos que está ofreciéndose en Valencia una de las mejores relación calidad-precio y por eso defendemos que lo principal es que se mantenga esa calidad porque si baja inevitablemente bajaran los ingresos. Y el interviniente ha traido el caso de Madrid con el matadero, donde el experimento con producciones más modestas ha hecho caer en picado la recaudación.
Claro que los aficionados hemos de arrimar el hombro y los que somos abonados, mantenemos ese abono y ademas vamos a funciones extra aunque nos suponga un esfuerzo económico, lo hacemos.
Si subiesen las tarifas habria que aguantarse pero siemore que la calidad no baje porque un descenso de la calidad, ya sean las entradas más caras o más baratas, sólo puede conducir al hundimiento del proyecto que, ademas, en este continente tan caro sólo tiene sentido si el contenido es excepcional.
Conciertos de la tuna y operita de compañías bulgaras no necesitan ni justifican el mantenimiento del Palau.
Perdón si he causado confusión. Me refería a la intervención del amigo Anónimo. Totalmente de acuerdo. Recordemos también que Mortier se estaba cargando al Real a golpe de elitismo a pesar de la calidad !Qué difícil es esto de la ópera! Gracias por la respuesta. Y que Anónimo se anime a rebatir, que es la gracia. Un saludo a los dos.
EliminarBuenas noches, como bien indica Atticus los tres escribimos lo mismo. Dentro de mis posibilidades y por amor al teatro, que lo siento como propio, aunque resido en Madrid, me desplazo a Valencia para todas las funciones que caen en fin de semana, excepto en funciones de gloria, como Tancredo, etc...que cojo vacaciones y asisto a cuatro de las cinco. Tras ser diez años abonado en Madrid, deje de asistir por un modelo falto de calidad en función de lo pagado con la era Mortier. En Valencia,hemos bendecidos por la calidad desde la apertura a un coste envidiable por el claro apoyo de la Generalitat. Dicho modelo, si se abandona, seguiremos asistiendo por romanticismo unos pocos, pero la inmensa mayoría junto con el talento de los cuerpos estables cambiará a otros lares. La mayoría de capitales de provincia representan óperas muy dignas, con repercusión local y nada más. Para eso no se necesita una inversión en un contenedor de 600 Mn €. Doña Helga lo tuvo claro en su gestión y el Sr Livermore lo ha intentado seguir, dentro de sus posibilidades, con dignidad. Una merma significaría el fracaso. Ahora mismo Les Arts se encuentra en el límite de un fracaso sin retorno, o lo que indicó el sr Metha, el provincianismo, con todo lo que implica para el talento de nuestro teatro. Yo suelo ir a Munich varias veces al año, cuando dirige Kirill Petrenko y los aficionados de la mejor ópera del mundo, conocen Les Arts y la visitan. Lo barato, con infraestructura de primera no es que salga caro, es la ruina del modelo. Según las declaraciones de hoy de la consellería sobre el 90% para ópera. Si se confirma podría significar si fuese sobre el presupuesto, alrededor de 1 Mn € menos para la programación, lo que significa una ópera menos o bajar el nivel de todas y como estamos según mi opinión en el límite, podría ser el inicio del cierre actual.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo con tus reflexiones.
EliminarSobre las declaraciones de Cultura casi mejor no.opinar porque cada dia van variando de criterio. Son conscientes de que metieron la pata y ahora me temo que no saben por donde salir para intentar maquillar las primeras declaraciones.
Dejo para otro momento comentar la situación de Les Arts tras la dimisión de Livermore; he leído su última entrevista y creo que hay mucha demagogia en ella; y no digamos la basura vertida en los comentarios. Además, creo que hay que remontarse a la creación del propio Palau para entender algo de lo que pasa ahora.
ResponderEliminarVoy directo a Don Carlo.
ResponderEliminarMi impresión general cambió radicalmente desde el descanso a la terminación de la obra. Al descanso estaba bastante atribulado, decepcionado con las prestaciones vocales que se nos ofrecieron, excepto con Vinogradov, que creo fue un portento desde la primera nota. Quizás cometo siempre el mismo error: ver en casa, en los días anteriores al estreno aquí, una o varias producciones, que suelen estar servidas por algunos de los grandes, y luego, aunque no quiera, viene la comparación.
Andrea Caré,Don Carlo, me pareció, en toda la función, bastante justito, sin ser un fiasco. Siempre he pensado que esta ópera bien podría llamarse Felipe II por la relevancia de su papel y la maravilla que escribió Verdi para bajo.
Rodrigo, es decir, Domingo...¿qué decir? Estoy de acuerdo con lo que dice Atticus, ya se ha comentado aquí en otras ocasiones, y Domingo, que ya ha batido todos los records del mundo mundial, nº de representaciones, de papeles, de..., parece que quiere batirse a sí mismo. Eso no quita que algunos momentos vuelva a relucir el grandísimo artista que es, pero...
De María José Siri, correcta también, esperaba más, dado el nivel que alcanzó la temporada pasada (según las crónicas); pero no es esta Elisabetta su papel; aunque qué felices seríamos si lo malo que escucháramos en nuestro coliseo fuera como esto.
Violeta Urmana como Éboli empezó fría y sin brío, con una Canción Sarracena que me hizo temer lo peor.
No he dicho que la escenografía e iluminación me parecieron muy acertadas, parcas y adecuadas, sobre todo la omnipresencia de la cruz.
Algún dúo entre Carlo y Rodrigo demostró lo errado del reparto, no había contraste entre las voces del tenor y del ¿barítono?
No me gustó mucho la escena del auto de fé, me pareció embarullada; ese intento intelectualoide de unir la inquisición a la quema de libros; el exceso de lío en escena; la madre a la que arretaban al niño que en el original es la "voz del cielo" y que despistó incluso a gente más versada que yo; y el humo, como bien dice Atticus, mucho humo.
Pero, tras el descanso se produjo el milagro, para mí todo cambió, como cuando en un partido de fútbol, un equipo que no ha hecho nada en la primera parte, sale renovado y se come al rival. De nuevo Felipe II haciéndonos temblar; y los demás, totalmente diferentes: Urmana en su salsa; la Siri más expresiva y acertada; Domingo, regalándonos lo mucho de arte que hay en él.
La orquesta, el Coro y Tébar creo que estuvieron grandiosos, tanto o más que la escena de las sotanas rojas sobre fondo gris y luz espectral, uno de los grandes aciertos de esta propuesta escénica.
Total, que salí muy contento de nuestro Palau de Les Arts; y espero poder volver a salir así en el futuro.
Ufff, no me había dado cuenta del peñazo que he soltado ¡qué largo!
ResponderEliminarPERDÓN.
Nada de perdón... Gracias por tan interesantísimo análisis que además comparto totalmente. Un saludo
EliminarEnhorabuena Atticus por el blog y gracias por mencionar mi nombre en tu crítica. Efectivamente toco los solos de oboe en esa producción de Don Carlo, no obstante si lo que más te ha gustado es el "Non pianger, mia compagna" tengo que restablecer la verdad : no soy yo quien acompaño a la cantante en ese momento ! Toca mi compañera Ana Rivera con el corno inglés, entonces es ella quién se merece tus elogios :-)
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por la precisión, ya lo he corregido... Madre mía, si ya no distingo el corno inglés del oboe, mal voy...
EliminarEnhorabuena a ambos y al resto de compañeros por vuestra entrega y sensacionales resultados en todos los espectáculos. Un saludo
Estimados blogueros de Atticus; me gustaría intervenir en este foro para confrontar con vosotros mi mala impresión con respecto al comportamiento del público en la función de ayer día 12. No se si asistió anoche alguien a la representación pero, mi impresión es que la mayor parte del público muestra una gran ignorancia en cuanto a los modos de comportarse en un teatro de ópera. Los caramelos constantes, las casi ininterrumpidas toses en casi todo el trascurrir de la obra, los aplausos fuera de lugar y las irregulares respuestas del público en los saludos me hacen pensar que la masa del público de les arts está mal educada musicalmente. Cuando toca aplaudir pitan, cuando hay que respetar la música aplauden. Si se dice que apaguen los móviles, entonces comienzan a leer los programas con las linternas del mismo. El que tengan que pasar varios minutos para hacerse silencio después del entreacto y sobre todo los ruidos de los caramelos y las constantes toses, que hicieron que un espectador indicase que guardasen silencio y dejasen de toser, llama la atención en una ciudad tan histórica como Valencia. No se si las causas pueden atribuirse a la ya no tan reciente creación del teatro o a un proceso de involución cultural generalizado pero, lo que yo presencié anoche es indignante. Tener que viajar para escuchar una ópera en la que los ruidos parecen parte integrante de la escritura musical de la partitura verdiana es una desagradable experiencia. Por mi parte esta realidad me hace repensar volver a esta bonita cuidad para escuchar una buena ópera, con la indiscutible calidad orquestal rica en matices y expresividad melódica. Por otra parte me gustaría resaltar la belleza expresiva de Domingo en su corta intervención del tercer acto y la falta de calidad profesional del Don Carlo que aunque con un timbre bello en momentos puntuales abordó un rol que le supera y para el que no está técnicamente preparado. Motivo que hubiese causado en cualquier otro teatro de peso un abucheo bien sonoro. Muy positivo también el trabajo del coro. Por lo demás, me pareció todo correcto aunque sin pena ni gloria. Quizá mi falta de concentración por los ruidos impidiese una mayor apreciación. me gustaría contrastar esta opinión con vosotros para ver si mi percepción está distorsionada o realmente el público general de les arts suele comportarse así.
ResponderEliminarYo no estuve ayer, así que no puedo opinar sobre lo ordinario o extraordinario del comportamiento del público.
EliminarHay días en que el cúmulo de ruidos y molestias por parte de los espectadores es superior a otros. Pero eso en Les Arts y fuera de Les Arts.
Yo he vivido lo mismo en muchos otros teatros, incluidos Real y Liceu.
Toses y caramelitos es habitual.
Respecto al resto de apreciaciones de la obra, respeto tu opinión, aunque coincidiendo contigo en la baja calidad del tenor discrepo en tu afirmación de que en otros teatros le hubiesen abucheado. Cada vez se abuchea a menos cantantes y cuando ocurre es porque se trata de figuras o figurones que no cumplen el nivel. Este mismo cantante ha cantado varias veces en Liceu siendo muy aplaudido. El día 7 en La Scala el esposo de la Netrebko masacró el Chenier y el loggione apenas protestó.
Yo ademas pienso que Carè no es abucheable. es malo y punto. En todo caso habría que abuchear a quien lo selecciona.
Gracias en cualquier caso por compartir tus impresiones.
Lo de las toses es algo imposible de evitar y menos en invierno. Todos lo sufrimos y no solo en Les Arts, también pasa en el Palau de la Música. Yo siempre me he quejado e incluso he incluido en este blog algún comentario relacionando la mayor frecuencia de toses con los pasajes menos populares en los que la gente "tose porque se aburre" ya que cuando hay emoción no se oye ni una tos. Así visto,podría ser un problema de educación o de cultura musical como sugiere Pedro. Pero ayer yo estuve en la representación y desgraciadamente fui uno de los que tosió, eso si, una sola vez, pero de forma absolutamente refleja e inevitable ya que me atraganté con la saliva y no pude evitar unos segundos de toses y carraspeo. Soy abonado desde hace casi diez años y acudo prácticamente a todas las representaciones y es la primera vez en mi vida que me pasa algo parecido por lo que cuando posteriormente escuché la queja del espectador citado me pareció de muy mal gusto y totalmente fuera de lugar. Por otra parte, en las representaciones que tienen lugar en la sala Martí i Soler, que tiene un reducido aforo, no son tan frecuentes las toses y eso que los precios son populares y el público presumiblemente menos formado... En la sala principal creo que caben 1.300 personas y en un espectáculo que dura mas de tres horas las posibilidades de que alguien tosa de manera inevitable en un momento dado no son despreciables. Por otra parte, si uno ha comprado la entrada un mes antes y el día de la función tiene un catarro entiendo que no va a dejar de ir por si luego no puede reprimir la tos en un momento dado.
ResponderEliminar¿Que pasa en otros teatros? ¿Nadie tose en el Teatro Real, ni en el Liceu, ni en la Bastilla? Si es así, que alguien investigue como lo consiguen y nos lo comunique y así podremos ir poco a poco adquiriendo el nivel que se merece un teatro como Les Arts.
El problema de los ruidos es crónico y universal, aunque en algunos sitios más que en otros.
ResponderEliminar¿Estás acatarrado? Antes de ir al teatro te tomas un CODEISÁN y apenas toserás. Además los caramelos van muy bien, pero...por favor, llévalos preparados en el bolsillo,no en una bolsa de plástico que estás abriendo lentamente durante minutos; y úsalos en momentos en que no moleste, como en los forte; y sobre todo, no esperes al momento más dulce para ello. Lo mismo sirve para la tos en muchos casos: un ligero carraspeo ayuda a aguantar hasta el momento menos molesto; a veces evidentemente es imposible evitarla y no pasa nada; pero no tosas porque otro lo hace, porque así se monta el guirigay, por imitación. Buena parte de la gente que va a conciertos u ópera es conocedora de la obra y sabe cuando van a subir los decibelios en el foso o la escena. Ah! también va bien amortiguar el ruido tosiendo en la flexura del codo, se oye mucho menos( si se me ocurre algo más ya lo publicaré, porque es un tema fastidioso)
¿Y los móviles?
Casi en todas las funciones suena alguno; y en todas mucha gente lo consulta mientras se desarrolla la acción en escena, y esto sí me parece imperdonable. Ya he tenido algún enganche por culpa del móvil y su molesta luz, incluso en el Colón de Buenos Aires estuve a punto de tener un grave conflicto con una imbécil. O en el Palau de la Música con la misma Beneyto cuando era la jefa allí; a su edad se comportaba como una adolescente con su móvil, total...lo que le interesaba a ella la música. En fin...
Mi total apoyo y disculpas a Pedro. Yo soy de València y siempre salgo enfadado. Hay momentos en que me entran ganas de montar un cirio. El ehem-ehem improductivo es un vicio que tiene algunos que se creen que es de buen tono hacer eso en la ópera. Lo del caramelito en papel celofán durante un minuto es de estudio psicológico. Hay caramelos que no hacen ruido y los sacas destapados del bolsillo. Que te atragantes no es una excusa (excepto en el caso de exceso de humos escénicos que a mucha gente la matan). Una vez me atraganté en el Covent Garden en la primera fila, metí la cabeza dentro de la chaqueta y antes me muero que hago ruido. Allí no tosió casi nadie y hacía un frío en la calle que pelaba. En el Liceu se tose también muchísimo. Pero cada teatro tiene un mal rollo diferente. Acabo de venir del Mariinsky y allí no tose nadie pero hablan durante los pasajes no cantados y aplauden en diversas partes antes que acabe la música, de manera que en el chimpún ya no queda nadie aplaudiendo. Y los incidentes con móviles y las molestias a los vecinos empiezan a ser un problema universal. Creo que se debería exigir dejar los teléfonos y las cámaras en la taquilla, como las pistolas en el saloon. Quien no pueda desconectarse dos horas no debería ir a un espectáculo. Creo que deberíamos hacer un monográfico sobre esto y a través de la Associació d'Amics de l'Òpera i de les Arts exigir al Palau que tome medidas y haga folletos explicativos de las reglas de comportamiento. Para empezar que suban el volumen de la megafonía para que se enteren que no se pueden utilizar los móviles. En el Liceu, para avisar, pegan un timbrazo de teléfono que se te congela la sangre. Parece que estoy harto de este tema, ¿no? Disculpas, de nuevo, a Pedro. No dejes de venir. Los vacunaremos a todos.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo respecto a que Les Arts podría hacer más en este aspecto. Deben dar el aviso cuando está todo en silencio ya, no cuando nadie escucha la megafonía; deberían repetir el aviso tras el descanso o descansos; y deberían de buscar un reclamo sonoro potente como el del Liceu.
Eliminar¿Y que me dicen ustedes de las personas que aún no ha caído del todo el telón y ya se han levantado de su asiento para dirigirse a la salida como si alguien hubiera gritado ¡fuego!? Para mí la representación no ha terminado hasta que los artistas saludan al público y este momento hay que respetarlo como parte de la función.Acepto que alguien pueda tener prisa y necesita salir lo antes posible pero es que a veces son muchas las personas que abandonan la sala con una cierta falta de consideración con los artistas y con los demás espectadores. Y esto si que lo considero yo una falta de educación y no musical precisamente.
ResponderEliminarPues sí, sobre todo es una enorme falta de respeto hacia los artistas, total para ganar 5 minutos... Lamentable.
EliminarHemos cogido carrerilla criticona! Jajjaja.
ResponderEliminar¿Habéis notado que el público los días de estreno es "peor" que en el resto de funciones? Yo sí; voy la mayor parte de veces al estreno y hay, para mi gusto demasiado desfile de modelos, mujeres y hombres, más ruido, y, como decía el último comentario, más gente que sale corriendo al final. ¿Será que la ópera sigue siendo para algunos un acontecimiento social y van porque hay que ver y dejarse ver? Me temo que sí.
Sí, tens raó. I em fa l'efecte que els diumenges també es comporta pitjor el públic. Pregunta: és la meua sensació o el públic del Palau de la Música és més respectuós, en gemeral, que el de Les Arts?
EliminarYo no noto una gran diferencia con el Palau de la Música: la gente tose como si le fuera la vida en ello y muchos salen pitando en cuanto oyen la última nota... y por cierto, en el pasado concierto donde se interpretó la ópera "El castillo de Barbazul" que a mi me causó una gran emoción, la respuesta del respetable me sorprendió ya que fue educada y cordial pero con poco entusiasmo... no se, quizás el público de la ópera es mas visceral, se implica de manera mas emocional ...
EliminarDivendres 15 vaig anar al Liceu i confirme que és un bon públic en el tema mòbils i, sobretot, aplaudiments. Però en el tema de la tos són pitjor que nosaltres a Les Arts. No sé si té a veure que la mitjana d'edat és molt més alta al Liceu. En l'obertura el solista va ser la mucositat d'un espectador, corejada. Una senyora des del primer pis va cridar: "Tosan con la boca cerrada". Apoteòsic.
EliminarMuchas gracias por vuestras intervenciones en referencia a mi queja sobre los excesos de ruidos durante la representación. En este sentido confirmo entonces, que no soy el único vestigio que queda al pensar que cuando se va aun teatro se va a escuchar la música y que cuando uno tose o hace ruido molesta a las otras 1000 personas que guardan silencio, incluido a los cantantes quienes por supuesto tienen que estar oyendo constantemente los ruidos. En cuanto a las intervenciones de estas dos personas que mandaron callar en el teatro tanto en les Arts como en el Liceo creo que son positivas, tanto en cuanto ejercen una función educativa, puesto que, al que nunca se le había ocurrido que su tos pudiese molestar seguro que así se lo piensa dos veces. Por cierto, si voy a tener que oír muchos ruidos también en el Liceo vendo dos entradas para el 9 de Marzo, Andrea Chenier con Kaufmann.
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