Muchas caras conocidas en el Palau de Les Arts para asistir al estreno de “Götterdämmerung” (El Ocaso de los Dioses), la tercera y última jornada de la Tetralogía “El Anillo del Nibelungo” de Richard Wagner, que inauguró el II Festival del Mediterrani. También se vio mucho agropijismo e invitado de gorra, tras el regalo masivo de entradas que llevaron a cabo en Casa Helga los últimos días para evitar la visión de un patio de butacas con demasiados huecos en un estreno de esta categoría.
La puesta en escena de Carlus Padrissa y La Fura dels Baus siguió la línea de lo ya visto en el Prólogo y dos primeras jornadas del Anillo. El espectáculo visual sigue siendo sumamente impactante y está claro que La Fura puede gustar o no, pero a nadie deja indiferente. Yo me declaro en el primer grupo, pese a los reparos que siempre pueden hacerse.
Lo peor, a mi juicio, de este “Götterdämmerung”, fue el momento “boda de Siegfried” donde la estética cursi y de regalitos de boda cayendo del cielo, cuanto menos puede calificarse de inapropiada. Discutible fue también el funeral de Sigfried por el patio de butacas, que sólo colaboraba a descentrar al público en un momento musicalmente sublime. Por el contrario, el viaje por el Rhin y el comienzo con las Nornas tejiendo, me parecieron fascinantes.
Es criticable que tal derroche de medios visuales no se acompañe de una mayor atención a la dirección artística y a trabajar más los movimientos de los actores, quienes muchas veces parecía que no supieran dónde dirigirse entre tanta pantalla y miembros de La Fura por medio.
La decisión de colgar de los pies al tenor en un momento dado y hacerle cantar boca abajo, no puede justificarse en el burdo simbolismo que posiblemente se pretendiera para hacer ver que Siegfried obraba contra su auténtica voluntad, lo cual el libreto ya especifica suficientemente, sin necesidad de aumentar el martirio de los intérpretes.
Pese a todo, a mi el conjunto me sigue pareciendo muy interesante, innovador y a la vez plenamente apropiado para la obra wagneriana, a la que arropa, casi siempre, eficazmente, colaborando a dotar de magia visual la excelsa maravilla musical creada por el de Leipzig.
De la Orquesta de la Comunitat Valenciana, afortunadamente, no cabe sino volver a reiterar sus óptimas prestaciones y máxima calidad, con una sección de cuerda extraordinaria.
Zubin Mehta nos volvió a deleitar con su percepción de la obra que ya mostró en el Prólogo y dos primeras jornadas, destacando los perfiles más líricos de la misma, con un viaje por el Rhin absolutamente antológico. En la inmolación final el director ralentizó notablemente el tempo, no sabemos si a petición de una Jennifer Wilson que empezaba a mostrar signos de cansancio. Abusó Mehta un tanto de los volúmenes en algún momento, sobre todo en alguna escena del Coro, el cual ofreció, como siempre, lo mejor de sí, pese a las exigencias de la partitura y los requerimientos sonoros de la dirección musical.
Entre los solistas, Jennifer Wilson fue, con justicia, la gran triunfadora de la noche. Compuso una Brünnhilde excepcional, de referencia, con un poderío vocal tremendo, especialmente en el registro agudo, sin perder la capacidad de matización, mejorando notablemente respecto a su intervención del año pasado en “Siegfried”. Tan sólo se le podría reprochar que llegó a la inmolación mostrando cierto agotamiento, así como su hieratismo interpretativo.
El otro gran triunfador fue el Hagen del bajo Matti Salminen. Un veterano cantante de quien no vamos ahora a descubrir sus inmensas cualidades, que volvió a deslumbrar con la potencia, profundidad y limpieza de su voz, mostrando un dominio absoluto del personaje. Un auténtico lujazo.
Lance Ryan decepcionó mucho como Siegfried. Si ya el año pasado se pensaba que Leonid Zakhozhaev no era un Siegfried adecuado, ayer Ryan hizo bueno al ruso. Mostró volumen y entrega, pero su voz carece de brillo y presentó una exagerada nasalidad, que incitaba a enchufarle un par de inhaladores en sus napias.
Muy correcta estuvo Elisabete Matos, la reciente Turandot del mes pasado, como Gutrune, así como Franz-Josef Kapellmann como Alberich. Menos me gustó el Gunther de Ralf Lukas en lo vocal y algo más en lo interpretativo.
Muy dignamente defendieron también sus papeles Daniela Denschlag, Pilar Vázquez y Eugenia Bethencourt, como las Nornas, y Silvia Vázquez, Ann-Katrin Naidu y Marina Prudenskaya como las hijas del Rhin.
Cerrada ovación al finalizar para todo el elenco, tras casi 6 horas de representación, con especial intensidad para la Orquesta, Salminen y, sobre todo, la inmensa, en todos los sentidos, Jennifer Wilson.
La puesta en escena de Carlus Padrissa y La Fura dels Baus siguió la línea de lo ya visto en el Prólogo y dos primeras jornadas del Anillo. El espectáculo visual sigue siendo sumamente impactante y está claro que La Fura puede gustar o no, pero a nadie deja indiferente. Yo me declaro en el primer grupo, pese a los reparos que siempre pueden hacerse.
Lo peor, a mi juicio, de este “Götterdämmerung”, fue el momento “boda de Siegfried” donde la estética cursi y de regalitos de boda cayendo del cielo, cuanto menos puede calificarse de inapropiada. Discutible fue también el funeral de Sigfried por el patio de butacas, que sólo colaboraba a descentrar al público en un momento musicalmente sublime. Por el contrario, el viaje por el Rhin y el comienzo con las Nornas tejiendo, me parecieron fascinantes.
Es criticable que tal derroche de medios visuales no se acompañe de una mayor atención a la dirección artística y a trabajar más los movimientos de los actores, quienes muchas veces parecía que no supieran dónde dirigirse entre tanta pantalla y miembros de La Fura por medio.
La decisión de colgar de los pies al tenor en un momento dado y hacerle cantar boca abajo, no puede justificarse en el burdo simbolismo que posiblemente se pretendiera para hacer ver que Siegfried obraba contra su auténtica voluntad, lo cual el libreto ya especifica suficientemente, sin necesidad de aumentar el martirio de los intérpretes.
Pese a todo, a mi el conjunto me sigue pareciendo muy interesante, innovador y a la vez plenamente apropiado para la obra wagneriana, a la que arropa, casi siempre, eficazmente, colaborando a dotar de magia visual la excelsa maravilla musical creada por el de Leipzig.
De la Orquesta de la Comunitat Valenciana, afortunadamente, no cabe sino volver a reiterar sus óptimas prestaciones y máxima calidad, con una sección de cuerda extraordinaria.
Zubin Mehta nos volvió a deleitar con su percepción de la obra que ya mostró en el Prólogo y dos primeras jornadas, destacando los perfiles más líricos de la misma, con un viaje por el Rhin absolutamente antológico. En la inmolación final el director ralentizó notablemente el tempo, no sabemos si a petición de una Jennifer Wilson que empezaba a mostrar signos de cansancio. Abusó Mehta un tanto de los volúmenes en algún momento, sobre todo en alguna escena del Coro, el cual ofreció, como siempre, lo mejor de sí, pese a las exigencias de la partitura y los requerimientos sonoros de la dirección musical.
Entre los solistas, Jennifer Wilson fue, con justicia, la gran triunfadora de la noche. Compuso una Brünnhilde excepcional, de referencia, con un poderío vocal tremendo, especialmente en el registro agudo, sin perder la capacidad de matización, mejorando notablemente respecto a su intervención del año pasado en “Siegfried”. Tan sólo se le podría reprochar que llegó a la inmolación mostrando cierto agotamiento, así como su hieratismo interpretativo.
El otro gran triunfador fue el Hagen del bajo Matti Salminen. Un veterano cantante de quien no vamos ahora a descubrir sus inmensas cualidades, que volvió a deslumbrar con la potencia, profundidad y limpieza de su voz, mostrando un dominio absoluto del personaje. Un auténtico lujazo.
Lance Ryan decepcionó mucho como Siegfried. Si ya el año pasado se pensaba que Leonid Zakhozhaev no era un Siegfried adecuado, ayer Ryan hizo bueno al ruso. Mostró volumen y entrega, pero su voz carece de brillo y presentó una exagerada nasalidad, que incitaba a enchufarle un par de inhaladores en sus napias.
Muy correcta estuvo Elisabete Matos, la reciente Turandot del mes pasado, como Gutrune, así como Franz-Josef Kapellmann como Alberich. Menos me gustó el Gunther de Ralf Lukas en lo vocal y algo más en lo interpretativo.
Muy dignamente defendieron también sus papeles Daniela Denschlag, Pilar Vázquez y Eugenia Bethencourt, como las Nornas, y Silvia Vázquez, Ann-Katrin Naidu y Marina Prudenskaya como las hijas del Rhin.
Cerrada ovación al finalizar para todo el elenco, tras casi 6 horas de representación, con especial intensidad para la Orquesta, Salminen y, sobre todo, la inmensa, en todos los sentidos, Jennifer Wilson.
Podéis leer aquí la crónica de Titus, aquí la de Mei y aquí la de Joaquim.
Y ahora a esperar el Anillo completo.
Muy de acuerdo con lo que cuentas, prácticamente coincidimos en todo. La escena de los regalos tampoco me gustó, aunque peor aun me pareció la estética y el vestuario de los guibichungos. Ah, y esa estrella de la muerte en miniatura en la que Gutrune hacía ejercicios también estaba fuera de lugar. El funeral no me pareció tan mal en lo estético, si bien era innecesario hacerlo atravesar la platea. Otra cosa que tampoco me gustó fue el disparo con el que Hagen mata a Gunther, más que nada porque del sustazo que me llevé casi me incrusto en el techo. En lo vocal simplemente diré que si Ryan no me decepcionó fue porque no esperaba nada de él, pero desde luego no me gustó. Aun así, creo que Ryan sí podrá enfrentarse a la orquesta en la escena de la fragua sin que Mehta tenga que bajar el volumen, como hizo el año pasado para no sepultar a Zakhozhaev entre tanto decibelio. Ya me contaréis los afortunados asistentes al Siegfried.
ResponderEliminarA mí me conmovió hasta el extremo la Música funeral de Sigfrido, con esa unción con la que Mehta la dirigió y con esa fantástica respuesta de la orquesta. Y eso que la orquesta no tuvo una de sus noches más finas, con numerosas entradas en falso de los metales y alguna madera. Y me esperaba algo más espectacular en la escena final, aunque reconozco que en conjunto el trabajo de La Fura fue soberbio.
ResponderEliminarLa que me dejó algo frío fue Jennifer Wilson: en el tercer acto no le escuché bien los graves y en el primero me pareció que chillaba algo por arriba. La escena de la inmolación muy bien, eso sí. Y Salminen ya muge demasiado por arriba.
También coincido en esencia contigo, Atticus; intuyo que Wagner pensó en una escenografía parecida pero no tuvo, desgraciadamente los medios. Por discrepar en algo, la marcha de Sigfrido por el patio de butacas me tuvo absolutamente hipnotizada, mientras las imágenes de la orquesta se proyectaban en el escenario. Me pareció un momentazo que no olvidaré nunca. También es cierto que me distrajo de la partitura, con lo que la única solución es volver y abstraerme de la escena que ya conocemos. En cuanto a las voces todo está dicho; aunque sentí algo extraño con la voz de Ryan. Tras su agudo imposible, ¿un do?, que a alguno nos hizo temblar, su voz se templó más y creo que bordó la escena de su muerte.
ResponderEliminarGracias por tus suculentos y jugosos comentarios.
Amigo, verás que algunos puntos coincidentes si que tenemos, pero hay demasiadas cosas que me sobran en esta Tetralogia y por desgracia muchas otras que me faltan.
ResponderEliminarEso no quiere decir que nos sea todo un proyecto, pero a mi no me interesa.
Puedo entender que la ópera haya de ir por caminos cercanos al videojuego para llegar a interesar a un público nuevo, pero siempre hemos dicho que la ópera era teatro, ¿no?, pues aquí encontré a faltar mucho teatro, dentro de un envoltorio lujoso, a momentos bellísimo y en otros insufriblemente vácuo, pretencioso y no del todo acabado. Es posible que en fituras reposiciones se cambien algunas cosas y si entre ellas cambian el final del segundo acto y ese cortejo funebre por la platea, habrá mejorado algo, aunque fundalmentalmente es un anillo donde los protagonistas son los comparsas y no los cantantes/actores y eso, no me interesa mucho.
La parte vocal es mejorable, pero en ningun momento baja en su conjunto del notable.
Mehta, ya tengo edad para decirlo, me parece sencillamente superficial.
En fin, ahí te dejo la perla y sobretodo te agradezco la entrañable compañía.
Un auténtico placer.
Gracias a todos vosotros por vuestros comentarios.
ResponderEliminarLa escena del disparo no la comenté porque la naturaleza debe ser sabia y me había hecho olvidarla al hacer la crónica. Desde luego coincido con vosotros en que fue posiblemente el momento más chocante e impropio de la representación.
Respecto a la estética Guibichunga, Titus, a mi tampoco me gustó ese chirriante aire manga que de algún modo rompía estéticamente con lo visto hasta entonces, pero me pareció que eso era precisamente lo que se buscaba, remarcando, posiblemente sin que hiciese falta ser tan obvios, ese mundo de culto al cuerpo, al dinero y la tecnología. Sí daba un poco de tristeza ver cantar de esa guisa a Salminen o Matos. Aunque también te digo que el aspecto perriflauti de Sigfried en la anterior jornada tampoco era de enamorar.
Es verdad, Andrés, que Wilson flaqueaba un poco en los graves, pero el problema de su escucha creo que se vio agravado por los volúmenes de Mehta. Discrepo respecto a la inmolación, pienso que, debido al cansancio, fue el momento menos inspirado de Wilson.
La escena del Funeral, Guibichunga, musicalmente fue fascinante, pese a ese exceso de volumen, pero no me gustó la distracción que provocó el paseo por la platea, aunque fuese hipnotizante. Además, cuando le vi al cadáver de Siegfried la etiqueta con su nombre en el dedo gordo del pie, en plan depósito, se me cortó definitivamente el rollo.
Amic Joaquim, bonita perla. El caso es que coincido contigo mucho más de lo que parece. Digamos que coincido en tu análisis pero discrepo en cuanto al resultado, a mí al final me compensa. Es verdad que la propuesta furera queda muy alejada de lo que se entiende por dirección escénica y falta mucho teatro, aunque el espectáculo sea desbordante. Peor es aún, y también tienes razón en ello, que los cantantes se conviertan en comparsas. Esa delgada línea en que la innovación de la propuesta drámatica conlleva convertir al auténtico protagonista en un pelele, no es deseable. Y el otro día, especialmente con Siegfried colgado como un jamón de recebo, se sobrepasó. Pero con todo, finalmente, el impacto visual lo encuentro, salvo excepciones puntuales, positivo y acorde al espíritu de la obra, y a mí me llega.
¿Mehta superficial?. Hombre, tú puedes decir eso y más. A mi no me lo parece, distinto es que su lectura de la partitura no te guste por demasiado lírica y poco heroica, pero superficial… Pues si llegas a escuchar a Netopil dirigiendo Mozart…
En lo que si estamos de acuerdo es que lo mejor de la noche acabó siendo la cena nibelunga.
Me siento vuestro negativo porque a mí sí me gustó la escena de los Gibichungos, sí me gustó Siegfried boca abajo -que para lo que tenía que cantar y como lo iba a cantar boca arriba casi mejor boca abajo-, no me gustó en general NWilsson, sólo la voz en zona media y aguda y graves que me parecieron aceptables, no se puede ser más inexpresivo, me faltó Brünnhilde. Coincido en el funeral de Siegfried, me desconcentró totalmente. El abuso de proyecciones terminó pasando factura a Padrissa, esta vez no las utilizó a modo de leitmotiv, al menos no como en las jornadas anteriores, seguramente porque en El Ocaso son muy cortos, como destellos y la música no se lo permitía. Me gustó la pistola por el golpe de efecto teatral, por fin, entre tanta proyección. También me gustó la boda pero hay que reconocer que la metieron con calzador porque la música no daba de sí -en duración, por supuesto- para tal despliegue de medios. Ese querer decir chicos... sois vosotros, miraos, reconoceos, estáis aquí, en el escenario, me gustó y mucho, con todo lo manido que pueda estar el recurso.
ResponderEliminarCuando el sábado recogí las entradas y el abono, unas dos horas antes de la función, la chica de taquillas me regaló una bolsa para meter las entradas ¿¿¿???, de esas de papel, con diseño del Palau de Les Arts, dentro iba el programa de mano y el cartel publicitario de la producción enrollado y atado con una cinta blanca de raso en la que ponía Palau de les Arts. Al salir por la pasarela del Palau tropecé con unos novios, no muy distintos de los que vimos en el teatro, se hacían fotos con el edificio de fondo, de verdad que durante la representación me acordé varias veces de estas circunstancias. Sí éramos nosotros o algunos de nosotros los que estábamos en el escenario.
Pues esa es la grandeza del Arte, Maac, y lo que para uno puede resultar fascinante, para otro puede ser rechazable.
ResponderEliminarPese a cosas que no me gustaron, a mí el espectáculo si me emocionó y me llegó.
Ahora bien, en el escenario no me vi reflejado en ningún momento, no sentí esa conexión con la platea (y eso que la noche antes fui de boda).
Muy bueno lo de "para lo que tenía que cantar y como lo iba a cantar boca arriba casi mejor boca abajo", ja, ja...
Me siento sola en este Ocaso. Sólo me queda el consuelo de compartir el comentario que ha hecho J.A. Vela del Campo en la Ser. Venía a decir que ha sido la mejor representación operística que ha visto y oído en España en toda su carrera y ha relatado con detalle el funeral de Sigfrido por el patio de butacas... Considerando que yo habré asistido a una parte ínfima de las que él ha podido acudir y que era mi primer Ocaso, me doy por satisfecha; y es que aún me dura la emoción...
ResponderEliminarJoaquim, me parece que llamar a Mehta superficial es un pelín excesivo, pero en fín es tu opinión. Para mi con sus defectos, nunca será eso, ni uno es uno más del montón, en absoluto.
ResponderEliminarPor otra parte, Joaquim, creo que has tenido mala suerte porque las dos que has visto; Sigfrido y el Ocaso, para mi escenográficamente son las peores. Sin embargo, el Oro y la Walkiria tenían mucha coherencia en el planteamiento del relato, sin recurrir al exceso, lo anecdótico o, hasta incluso lo cómico. De, verdad que es una pena que no las hayas visto quizás tu opinión de conjunto no sería la misma.
A mi, en cierta forma, me parece que a la Fura, se les ha ido progresivamente yendo de las manos a partir de la Walkiria.
En la marcha funebre hubo sus aciertos, por ejemplo, la proyección de la orquesta, en realidad la verdadera protagonista del momento. Esa idea me gustó mucho. Lo del cortejo con la etiqueta en el pie del difunto pues me pareció una salida de tono, para desconcentrar, una estupidez. Lo más importante, la orquesta utilizó el volumen para enfatizar el ritmo y a mi eso me gusta poco, pero sinceramente, disgustarme, pues en conjunto no me disgusto.
En sintesis, todo es mejorable, pero eso no hace que pierda mi interés por esta propuesta.
Bueno Assai, ya me conoces, soy excesivo, pero si me lo parece no voy a decir lo contrario para evitar que alguién me regañe.
ResponderEliminarNo creo que sea tan bueno, no lo he creído nunca. Es un director muy efectivo y espectacular, pero en las grandes obras, siempre encuentro directores, inferiores en nombre al del director hindú, superiores.
Es un director de discos. Hay grabaciones, como su Turandot de la DECCA que es excepcional, pero siempre que le he visto en directo, ya sea en ópera o en concierto, no me ha convencido nunca y siempre por lo mismo, su superficialidad.
En cuanto a la puesta en escena de los fureros, ya es mala suerte ya, que las dos últimas estén por debajo de las dos que no he visto, pero bueno, siempre podré recuperarlas, para compensar la balanza.
Yo también estoy de acuerdo que en la marcha lo importante es la orquesta, pero los fureros, por si alguién no lo sabía, nos la tiene que mostrar, innecesario total y una vez más despistándome.
Asistí a la representación de ayer día 2 de Junio. Estoy de acuerdo con Guibichunga y con Vela del Campo: no he visto nada igual en mi vida. Es la obra de arte total por la que el maestro abogó.
ResponderEliminarNo me sobró ni me faltó nada. Simplemente redonda, en todos los sentidos.
Miento, me hubiera gustado que durara un par de horas más.
Un saludo a todos
Bienvenido, Carlos.
ResponderEliminarPues creo que las anteriores te hubieran gustado aún más.
Un saludo.
Me he dado una vuelta por los foros y los comentarios, salvo excepciones puntuales, no pueden ser más positivos, tanto hacia la fura como hacia los cantantes (Ryan incluído). Igual somos demasiado pejigueros y nos lo tendríamos que hacer mirar.
ResponderEliminarYo Titus, no lo creo.
ResponderEliminarLa producción es ideal para no aburrir a aquellos que sienten pánico a la obra de Wagner. Quizás dentro de unos años pediran más.
Lo mismo sucede con los cantantes, con que den las notas y sobrepasen la orquesta ya son buenos. Vale, lo acepto, a ese nivel tampoco yo tengo queja.
Rn los foros acostumbran a ser muy puntillosos con Verdi o el belcanto y extremadamnente condescendientes con el repertorio germánico y Wagner en particular. Se sabe que es muy dificil y exigente y con un nivel aceptable (a veces ni eso), es suficiente.
Hablo por mi, yo necesito más, mucho más, precisamente por ser el repertorio que más me gusta y por haber oido, que eso se puede interpretar muchísimo mejor. Puede incluso, llegar a emocionar.
... pero es que algunos sí nos emocionamos...
ResponderEliminarEs lógico guibichunga que si hubo muchas emociones, el resultado sea un éxito. Eso es irrefutable, pero mi opinión es otra y lamentablemente es por la que me rijo en los comentarios y opiniones que expongo, jamás sobre las ajenas, siempre por las mías aunque sean subjetivas y peor fundamentadas.
ResponderEliminarUn crítico, un musicólogo, un experto, pueden ayudarme a centrar la opinión, però jamás su opinión servirá para electrizar mi espina dorsal, verdadera prueba del algodón para saber si algo ha funcionado o no, en una sala operística.
Podria ser a la inversa, algunas veces ha sucedido.
De hecho las obras artísticas están ahí para ser degustadas. Habrá quien encontrará el plato crudo, otros soso, y otros en su punto. No veo que sea tan grave.
En cualquier caso, es un placer debatirlo
Lo cierto es que yo tengo mono de Götterdämmerung, y pensando en la segunda función pensaba probar suerte con el 50%, era tarde, fue ayer. Ahora tendré que esperar al que tengo en el ciclo. Algo parecido me pasó el año pasado con Siegfried, repetí gustosamente. Sin embargo el primer año, con el Prólogo y la Primera Jornada me quedé muy satisfecho con una única función, y eso que ha sido lo que más me ha gustado hasta ahora. Quizás cuando asista a toda la Tetralogía completa modifique mi opinión.
ResponderEliminarLo que quería decir es que la producción conforme pasa el tiempo y la voy recordando más me gusta. Respecto a los cantantes sigo opinando lo mismo, si me dijeran que son unos petardos no estaría de acuerdo, pero es que lo que se dice es todo lo contrario, en algún artículo de prensa he llegado a leer que WNilson no tiene nada que envidiar a las viejas glorias del canto wagneriano, lo cual me deja perplejo y me hace dudar de mi propio criterio.
A mí, que sí me gustó WNilson (que dice Maac), reconozco que compararla ya, sin más, a las viejas glorias wagnerianas suena a chiste. Aunque pienso que irá a más.
ResponderEliminarLa clave, en cualquier caso, está en lo que ha dicho Joaquim en su última intervención, lo importante de una obra de arte es que logre electrificar tu espina dorsal, y luego analizaremos el por qué. Si a mi una obra me emociona ya puede venir el musicólogo más erudito a echarla por tierra que la emoción y el placer obtenido no me lo quita nadie. Y a la inversa, igual.
Sea como sea, como dice Titus, deberíamos hacérnoslo mirar, chavales.
Ni en Bayreuth, en várias ocasiones en la que asistí al Ring completo me había emocionado tanto. El Ring valenciano, de verdad, no tiene nada que envidiar a otros. No sé porqué se le tiene siempre y sistemáticamente que machacar al Palau de les Arts. Todos sabemos que en materia de gestión se puede mejorar mucho, ¿pero en este Ring?
ResponderEliminarTener dos ciclos completos del Ring y además con una producción española es un hito en la historia operística de este país. Deberíamos todos enorgullecernos.
Bienvenid@ Siegrune.
ResponderEliminarSi del post o mis comentarios has sacado esa conclusión, lamento haberme expresado mal. Creo que todos los que hemos intervenido estamos básicamente de acuerdo con lo que tú dices. En ningún momento se ha "machacado" al Palau de Les Arts en relación con el Anillo. Es más, nos parece magnífico poder disfrutar de esta ocasión histórica. Creo que si lees detenidamente todo lo escrito no verás ni una sola crítica a Les Arts en este aspecto. Aquí sólo se han intercambiado opiniones acerca de lo que pensaba cada uno sobre la puesta en escena y la propuesta musical.
Gracias por tu participación.