Mientras mi querida Helga Schmidt aprovechaba, tras un injustificable retraso, para hacer un adelanto de la descafeinada programación de la próxima temporada de Les Arts, la cual se ha hecho oficial hoy en la página web del teatro, yo iniciaba una nueva visita al ROH, en esta ocasión para aprovechar el fin de semana asistiendo al estreno de “El Barbero de Sevilla” con Juan Diego Flórez y Joyce DiDonato el sábado, y previamente, el viernes, a “La Traviata” con un reparto de lujo: los veteranos Renée Fleming y Thomas Hampson en los papeles de Violeta Valery y Giorgio Germont, y el joven maltés Joseph Calleja como Alfredo Germont.
La producción presentada es añeja, data de 1994 en lo que supuso el lanzamiento internacional de Angela Gheorghiu, que estuvo acompañada en aquel entonces por el bisador Leo Nucci y un insoportable Frank Lopardo, dirigidos en lo musical por Sir Georg Solti. Periódicamente al ROH le gusta desempolvar este montaje y presentarlo con nuevos protagonistas (por cierto, la última fue la Netrebko).
Se caracteriza por una dirección escénica de Richard Eyre absolutamente clásica y tradicional, pero sin que eso constituya un elemento negativo, al menos para mí. No aporta nada nuevo a la historia, pero es adecuada para la construcción narrativa de la misma, y siempre prefiero eso a un Giorgio Germont vestido de nazi o una Violeta drag-queen. El movimiento escénico está muy cuidado y resulta fluido pese a la acumulación de personajes que se produce en alguna escena. Los decorados vistosos, la pertinente iluminación y el deslumbrante vestuario diseñado por Bob Crowley, contribuyen al favorable resultado del conjunto.
En cuanto a la dirección musical, Antonio Pappano condujo con maestría a la extraordinaria Orquesta del ROH ofreciendo una peculiar lectura de la partitura verdiana, con unos tempi muy rápidos que enfatizaban perfectamente el desarrollo dramático de la primera parte de la obra, si bien en la segunda yo eché de menos una mayor dosis de contención velocípeda, aunque es cierto que pese a todo, la carga lírica no disminuyó y Pappano supo extraer espléndidamente cada matiz de la partitura. Especialmente relevante fue el comienzo del acto III donde la sensibilidad orquestal alcanzó su culminación. Al comenzar el segundo acto los músicos lo hicieron despojados de sus chaquetas, pese a que en la sala la temperatura era de lo más agradable. Ignoro el motivo.
El Coro funcionó a la perfección y tan sólo hay que reprocharle un pequeño desajuste con la orquesta al final del primer acto.
Renée Fleming salió a escena con un tobillo vendado en un fatídico augurio de lo que nos esperaba al día siguiente con DiDonato. Con 51 años declarados, la americana demostró encontrarse en un estado vocal sensacional. Nunca he creído que el papel de Violeta sea especialmente apropiado a su voz, especialmente en el primer acto, y sigo pensando lo mismo después de haberla escuchado en directo. No obstante, demostró estar dispuesta a asumir todavía riesgos y, lo que es más importante, a superarlos con brillantez. En “Sempre Libera” pasó algunos apuros con las rápidas coloraturas, pero solventó la papeleta muy dignamente, con el apoyo fundamental de una depuradísima técnica y una actuación dramática sensacional. A partir del segundo acto encontró un terreno mucho más propicio para sus cualidades, y su voz cálida y rica en matices se fue mostrando más firme y segura, al tiempo que fraseaba con enorme gusto y hacía ostentación de su espectacular dominio de las dinámicas ofreciendo unos pianissimi majestuosos. Su “Teneste la promessa… addio del passato” electrificó la espina dorsal de todos los asistentes. La capacidad dramática de Fleming es envidiable y supo dotar a Violeta de toda la carga emotiva que requiere el personaje. Demostró en todo momento ser una actriz extraordinaria, cuidando hasta el más pequeño detalle (impresionantes sus toses) y gestos sin perder su línea de canto.
Thomas Hampson estuvo fabuloso. Conoce de memoria el personaje y sabe exprimir cada detalle del mismo. Proyectó el americano con potencia una voz que se mantiene fresca, matizando con muchísima elegancia. Toda su actuación desprendía sentimiento. Sus dúos del segundo acto con Fleming fueron majestuosos en lo vocal y lo interpretativo.
Joseph Calleja fue un muy convincente Alfredo. No había tenido ocasión de escuchar al maltés en directo. Su voz respecto a recientes grabaciones parece haber adquirido un color más oscuro y un ligerísimo vibrato de fondo que suena natural y no molesta. Derrochó volumen y fuerza a raudales, sabiendo matizar también cuando fue preciso. Hizo ostentación de un fiato muy importante que favoreció un impecable legato. Sus agudos fueron limpios y bien atacados. En el debe de su actuación quizás haya que reseñar su faceta actoral, aunque con dos monstruos interpretativos al lado como la pareja norteamericana no quedar demasiado en evidencia ya fue un logro.
El resto del reparto estuvo a un nivel muy digno. Me gustó especialmente la Flora de Monika-Evelin Liiv.
La única nota discordante en ese buen nivel general la puso Richard Wiegold, que fue un pésimo Doctor Grenvil. Su voz es profunda y de bello timbre, pero no lograba proyectarla más allá de sus gafas, siendo absolutamente inaudible en todas sus intervenciones. Su comportamiento actoral no fue mejor, mostrando todos los defectos de la Escuela de los Pinochos, con menos movilidad que la momia de Lenin.
Al finalizar, cerradas ovaciones para los tres protagonistas, Pappano y la orquesta, de un público que se mostró respetuoso cuando debía serlo (me impresionó el silencio que reinaba en el acto I) y sumamente entusiasta al premiar a los intérpretes.
Tras la función Renée Fleming se mostró, como siempre, atentísima con los fans que la importunamos y firmó todo lo firmable y posó para todos los pesados con su mejor gesto.
Por último, os dejo un video de Renée Fleming en la Opera de Los Ángeles en 2006 interpretando el 'Addio del passato':
video de LadyArmide
La producción presentada es añeja, data de 1994 en lo que supuso el lanzamiento internacional de Angela Gheorghiu, que estuvo acompañada en aquel entonces por el bisador Leo Nucci y un insoportable Frank Lopardo, dirigidos en lo musical por Sir Georg Solti. Periódicamente al ROH le gusta desempolvar este montaje y presentarlo con nuevos protagonistas (por cierto, la última fue la Netrebko).
Se caracteriza por una dirección escénica de Richard Eyre absolutamente clásica y tradicional, pero sin que eso constituya un elemento negativo, al menos para mí. No aporta nada nuevo a la historia, pero es adecuada para la construcción narrativa de la misma, y siempre prefiero eso a un Giorgio Germont vestido de nazi o una Violeta drag-queen. El movimiento escénico está muy cuidado y resulta fluido pese a la acumulación de personajes que se produce en alguna escena. Los decorados vistosos, la pertinente iluminación y el deslumbrante vestuario diseñado por Bob Crowley, contribuyen al favorable resultado del conjunto.
En cuanto a la dirección musical, Antonio Pappano condujo con maestría a la extraordinaria Orquesta del ROH ofreciendo una peculiar lectura de la partitura verdiana, con unos tempi muy rápidos que enfatizaban perfectamente el desarrollo dramático de la primera parte de la obra, si bien en la segunda yo eché de menos una mayor dosis de contención velocípeda, aunque es cierto que pese a todo, la carga lírica no disminuyó y Pappano supo extraer espléndidamente cada matiz de la partitura. Especialmente relevante fue el comienzo del acto III donde la sensibilidad orquestal alcanzó su culminación. Al comenzar el segundo acto los músicos lo hicieron despojados de sus chaquetas, pese a que en la sala la temperatura era de lo más agradable. Ignoro el motivo.
El Coro funcionó a la perfección y tan sólo hay que reprocharle un pequeño desajuste con la orquesta al final del primer acto.
Renée Fleming salió a escena con un tobillo vendado en un fatídico augurio de lo que nos esperaba al día siguiente con DiDonato. Con 51 años declarados, la americana demostró encontrarse en un estado vocal sensacional. Nunca he creído que el papel de Violeta sea especialmente apropiado a su voz, especialmente en el primer acto, y sigo pensando lo mismo después de haberla escuchado en directo. No obstante, demostró estar dispuesta a asumir todavía riesgos y, lo que es más importante, a superarlos con brillantez. En “Sempre Libera” pasó algunos apuros con las rápidas coloraturas, pero solventó la papeleta muy dignamente, con el apoyo fundamental de una depuradísima técnica y una actuación dramática sensacional. A partir del segundo acto encontró un terreno mucho más propicio para sus cualidades, y su voz cálida y rica en matices se fue mostrando más firme y segura, al tiempo que fraseaba con enorme gusto y hacía ostentación de su espectacular dominio de las dinámicas ofreciendo unos pianissimi majestuosos. Su “Teneste la promessa… addio del passato” electrificó la espina dorsal de todos los asistentes. La capacidad dramática de Fleming es envidiable y supo dotar a Violeta de toda la carga emotiva que requiere el personaje. Demostró en todo momento ser una actriz extraordinaria, cuidando hasta el más pequeño detalle (impresionantes sus toses) y gestos sin perder su línea de canto.
Thomas Hampson estuvo fabuloso. Conoce de memoria el personaje y sabe exprimir cada detalle del mismo. Proyectó el americano con potencia una voz que se mantiene fresca, matizando con muchísima elegancia. Toda su actuación desprendía sentimiento. Sus dúos del segundo acto con Fleming fueron majestuosos en lo vocal y lo interpretativo.
Joseph Calleja fue un muy convincente Alfredo. No había tenido ocasión de escuchar al maltés en directo. Su voz respecto a recientes grabaciones parece haber adquirido un color más oscuro y un ligerísimo vibrato de fondo que suena natural y no molesta. Derrochó volumen y fuerza a raudales, sabiendo matizar también cuando fue preciso. Hizo ostentación de un fiato muy importante que favoreció un impecable legato. Sus agudos fueron limpios y bien atacados. En el debe de su actuación quizás haya que reseñar su faceta actoral, aunque con dos monstruos interpretativos al lado como la pareja norteamericana no quedar demasiado en evidencia ya fue un logro.
El resto del reparto estuvo a un nivel muy digno. Me gustó especialmente la Flora de Monika-Evelin Liiv.
La única nota discordante en ese buen nivel general la puso Richard Wiegold, que fue un pésimo Doctor Grenvil. Su voz es profunda y de bello timbre, pero no lograba proyectarla más allá de sus gafas, siendo absolutamente inaudible en todas sus intervenciones. Su comportamiento actoral no fue mejor, mostrando todos los defectos de la Escuela de los Pinochos, con menos movilidad que la momia de Lenin.
Al finalizar, cerradas ovaciones para los tres protagonistas, Pappano y la orquesta, de un público que se mostró respetuoso cuando debía serlo (me impresionó el silencio que reinaba en el acto I) y sumamente entusiasta al premiar a los intérpretes.
Tras la función Renée Fleming se mostró, como siempre, atentísima con los fans que la importunamos y firmó todo lo firmable y posó para todos los pesados con su mejor gesto.
Por último, os dejo un video de Renée Fleming en la Opera de Los Ángeles en 2006 interpretando el 'Addio del passato':
video de LadyArmide
Otra vez, después de leer tu crónica, me quedo con las ganas de ver lo que nos cuentas. Gracias de nuevo por todos los detalles.
ResponderEliminar¡Qué envidia de haber visto esta Traviata en directo!
ResponderEliminarMe alegra mucho que Miss Piggy, cantante talentosa como ella sola, haya aprendido que para cantar Verdi no hay que gimotear como una magdalena. Le recuerdo una piratada de hace años bastante espeluznante. Estos americanos..
Jooooo qué suerte, estar tan cerca de la Fleming!!! Estoy como loca por verla en directo, me encanta esta mujer. Hampson como Germont en cambio, AAAHEMMM!!! (aunque no diré nada porque no lo he escuchado más que en el DVD de Salzburg)
ResponderEliminarLa producción a mí me gustó mucho, la ví con la Diosa y, como dices, es clasicona pero no estorba para nada.
Me alegra que disfrutaras, un beso!
Un reperto parecido al que tendremos en Les Arts, ¿no?
ResponderEliminarMe alegro de que te lo pasaras bien, nos quedamos todos con ganas de leer tu crónica sobre la accidentada función del Barbiere.