"La Virgen y el Niño" - Alonso Cano - Museo del Prado
Max Reger (1873-1916) fue un compositor alemán que vivió obsesionado con convertirse en una figura especialmente relevante de la música. Su frenesí compositivo le llevó a elaborar, en sus escasos 25 años de vida creativa, una extensa producción, especialmente centrada en obras para piano y órgano, instrumentos de los que era un destacado intérprete.
Siempre le persiguió la fama de su mal carácter y de la dificultad que entrañaban sus composiciones. Incluso reputados músicos actuales como Daniel Barenboim han manifestado eludir conscientemente la obra de Reger por la irracional exigencia que implica su ejecución para el intérprete.
Sus estrenos fueron objeto, casi sistemáticamente, de comentarios feroces por parte de algunos de los principales críticos musicales de la época, con quienes mantuvo eternos enfrentamientos que no se veían precisamente mitigados con escritos como el que envió Reger en una ocasión a uno de los críticos locales: “Estoy sentado en la estancia más pequeña de mi casa con su crítica delante de mí. Muy pronto estará detrás mío”.
Es conocido el amor a la bebida del compositor, y parece aceptado que muchas de sus obras se compusieron en estado de embriaguez, lo cual posiblemente favorecía, además de la creatividad, la complejidad final de la partitura.
A pesar de la indudable audacia y originalidad de algunas de sus obras, el nombre de Reger no está asociado a propuestas especialmente innovadoras, quizás porque su música surgió en un contexto dominado por el impresionismo o la Escuela de Viena, y así, tradicionalmente, ha venido siendo considerado más bien un seguidor, un tanto peculiar, de la tradición germana representada en figuras como Bach, Beethoven, Liszt o Brahms.
Pese a que dentro de su vasta producción no encontramos ninguna ópera, sí que escribió numerosas obras vocales. Entre ellas se encuentran las 60 canciones que compuso entre 1903 y 1912 bajo el título genérico de “Schlichte Weisen” (melodías simples), en respuesta a la acusación de que hacía una música fea y demasiado compleja. En ellas aborda un tono intimista y melódico, muy alejado de la pretenciosa ampulosidad de la mayor parte de sus trabajos.
La inmensa mayoría de esas canciones han caído en el olvido, pero una de ellas ha continuado interpretándose de forma bastante habitual, especialmente en recitales navideños. Se trata de la delicada “María Weigenlied” (Canción de Cuna de María), compuesta sobre un texto de Martin Boelitz.
Escuchando esta composición parecen casi un chiste las referencias a la fealdad o complejidad de su música. Aquí, una melodía aparentemente sencilla, moviéndose casi siempre en pianos y pianísimos, parece mecernos suavemente, como lo hace, en la canción, María a su hijo o la cálida brisa del verano a las hojas de los árboles.
Podemos oírla en la voz de Mirella Freni, acompañada por la Orquesta del teatro Comunale di Bologna dirigida por Leone Magiera:
Siempre le persiguió la fama de su mal carácter y de la dificultad que entrañaban sus composiciones. Incluso reputados músicos actuales como Daniel Barenboim han manifestado eludir conscientemente la obra de Reger por la irracional exigencia que implica su ejecución para el intérprete.
Sus estrenos fueron objeto, casi sistemáticamente, de comentarios feroces por parte de algunos de los principales críticos musicales de la época, con quienes mantuvo eternos enfrentamientos que no se veían precisamente mitigados con escritos como el que envió Reger en una ocasión a uno de los críticos locales: “Estoy sentado en la estancia más pequeña de mi casa con su crítica delante de mí. Muy pronto estará detrás mío”.
Es conocido el amor a la bebida del compositor, y parece aceptado que muchas de sus obras se compusieron en estado de embriaguez, lo cual posiblemente favorecía, además de la creatividad, la complejidad final de la partitura.
A pesar de la indudable audacia y originalidad de algunas de sus obras, el nombre de Reger no está asociado a propuestas especialmente innovadoras, quizás porque su música surgió en un contexto dominado por el impresionismo o la Escuela de Viena, y así, tradicionalmente, ha venido siendo considerado más bien un seguidor, un tanto peculiar, de la tradición germana representada en figuras como Bach, Beethoven, Liszt o Brahms.
Pese a que dentro de su vasta producción no encontramos ninguna ópera, sí que escribió numerosas obras vocales. Entre ellas se encuentran las 60 canciones que compuso entre 1903 y 1912 bajo el título genérico de “Schlichte Weisen” (melodías simples), en respuesta a la acusación de que hacía una música fea y demasiado compleja. En ellas aborda un tono intimista y melódico, muy alejado de la pretenciosa ampulosidad de la mayor parte de sus trabajos.
La inmensa mayoría de esas canciones han caído en el olvido, pero una de ellas ha continuado interpretándose de forma bastante habitual, especialmente en recitales navideños. Se trata de la delicada “María Weigenlied” (Canción de Cuna de María), compuesta sobre un texto de Martin Boelitz.
Escuchando esta composición parecen casi un chiste las referencias a la fealdad o complejidad de su música. Aquí, una melodía aparentemente sencilla, moviéndose casi siempre en pianos y pianísimos, parece mecernos suavemente, como lo hace, en la canción, María a su hijo o la cálida brisa del verano a las hojas de los árboles.
Podemos oírla en la voz de Mirella Freni, acompañada por la Orquesta del teatro Comunale di Bologna dirigida por Leone Magiera:
María sentada junto al rosal
mece a su Niño Jesús.
A través de las hojas sopla suavemente
el cálido viento del verano.
A sus pies
canta un pájaro multicolor:
¡Duerme, dulce Niño,
duérmete ya!
Encantadora es tu sonrisa.
Y más encantador el placer de tu sueño.
¡Apoya tu fatigada cabecita
firme contra el pecho de tu Madre!
¡Duerme, dulce Niño,
duérmete ya!.
mece a su Niño Jesús.
A través de las hojas sopla suavemente
el cálido viento del verano.
A sus pies
canta un pájaro multicolor:
¡Duerme, dulce Niño,
duérmete ya!
Encantadora es tu sonrisa.
Y más encantador el placer de tu sueño.
¡Apoya tu fatigada cabecita
firme contra el pecho de tu Madre!
¡Duerme, dulce Niño,
duérmete ya!.
a primera vista me ha parecido ver al poeta Werfel, el último marido de Alma M. Es clavadito!
ResponderEliminarReger, un personaje curioso. Espero verlo pronto en alguna programación, puede ser un reto muy interesante.
A veces la belleza está en lo más simple.
ResponderEliminarConozco poco de la extensa obra de Reger, y ese poco siempre me ha parecido interesante. Habrá que investigar más.
¿Se molestará mucho en su tumba Herr Reger, si tomo prestada su contestación al crítico ......? Es sencillamente genial.
ResponderEliminarKalamar: Verdaderamente Reger se parece al Werfel mayor, y con un toque Edward G. Robinson...
ResponderEliminarEstaremos atentos a ver si aparece algún Reger programado.
Titus: Yo de Reger he escuchado poco también. Algunas cosas las he encontrado muy interesantes, otras pelín coñazo y alguna genialidad disparatada.
Leòne: Ponte a la cola que ya somos varios quienes le hemos pedido permiso para coger su frase sin pasar por la Sgae.
Max Reger, me sonaba mucho el nombre pero no recordaba nada de él. Fantástica Freni.
ResponderEliminarYo no conocía al músico. Y van...! La canción de cuna es francamente hermosa y Freni le da la ternura necesaria.
ResponderEliminarGracis Atticus.
La primera vez que recuerdo haber oído a la maravillosa y desafectada Mirella Freni cantando en alemán.Una composición deliciosa y una interpretación poética.
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