He dicho ya en varias ocasiones, y hoy considero especialmente necesario volverlo a repetir, que cuando efectúo crónicas de funciones operísticas en este blog, tan sólo pretendo reflejar mi particular opinión acerca de lo que he visto y escuchado y, a partir de ahí, intercambiar impresiones con quienes tengan la paciencia de leer las mías y el ánimo de escribir las propias, para enriquecer mi visión con la de los demás, aunque sean completamente dispares. En ningún caso es mi intención sentar cátedra, dar lecciones a nadie, ni investirme con la verdad absoluta. Es tan sólo, repito, mi opinión personal, pero no más válida que la que pueda tener cualquier otra persona.
Hecha esta previa declaración de intenciones, que espero se tome en consideración, os cuento que ayer asistí en el Palau de les Arts al estreno de “1984”, la ópera compuesta por Lorin Maazel, con libreto de J. D. McClatchy y Thomas Meehan, basada en la novela de George Orwell, y que cuenta con el morbo añadido de ser la última que el maestro francoestadounidense dirigirá desde el foso de Les Arts, poniendo así fin a un ciclo de cinco años en los que ha ostentado la dirección musical del coliseo valenciano y durante los que nos ha hecho disfrutar de noches inolvidables.
Y la noche de ayer también será inolvidable para mí. Aunque en esta ocasión por haber asistido a una obra que, musicalmente, me pareció un pestiño de proporciones ciclópeas, y desgraciadamente, tardaré mucho tiempo en apartarlo de mi memoria.
Dijo Lorin Maazel, con motivo del estreno mundial en Londres de esta obra en 2005, que su partitura es "caleidoscópica, panorámica y multifacética" (sólo se le olvidó añadir, como Súper Ratón: “y no olviden supervitaminarse y mineralizarse”). Desde luego hay que dar la razón al maestro. El único problema es que, en esa indudable variedad, la originalidad brilla por su ausencia y, lo que es peor, la sensación de “pastiche” es demasiado flagrante.
La atonalidad y las disonancias hacen acto de presencia en la obra, aunque sin demasiada agresividad, como si el compositor no se hubiera atrevido a zambullirse de lleno en ellas, pero sí lo justo para que este “1984” suene a “moderno”. Y, junto a eso, encontramos armonías y momentos melódicos con los que parece decirnos: “esto para que veáis que si me pongo a escribir más clásico también lo sé hacer, pero los compositores contemporáneos no podemos caer en estas ordinarieces”.
Si alguien se aburre durante la representación, cosa nada descartable, yo le aconsejaría un juego bastante entretenido que yo mismo practiqué para vencer el sopor: intentar ir descubriendo qué compositores podemos identificar a lo largo de la obra. Tenemos momentos en los que podemos “escuchar” a Bernstein, Weill, Gershwin, Britten, Berg, Puccini, Strauss, referencias al jazz clásico, a Broadway… pero el problema es que en ese revoltijo de morcillas con bacalao, yo no pude apreciar ni coherencia ni una pizca de personalidad creativa.
Encontré además el discurso musical concebido por Maazel más plano que el encefalograma de Belén Esteban, con una línea monótona, carente de tensión, y un patente desajuste entre la fuerza dramática de la escena y su soporte musical, que, al menos a mí, no consiguió transmitirme emoción alguna y que sólo encontré acoplada al drama en dos o tres ocasiones puntuales. A veces daba la sensación de que estuviese desarrollándose una obra de teatro sobre el escenario y en el foso hubiese unos músicos infiltrados ensayando, haciendo ruido sin ton ni son, molestando a los actores.
Y que conste que mi crítica a esta obra no viene condicionada por la “dificultad” de su escucha, por lo mucho que pueda tener de música contemporánea. No estoy rechazando las disonancias o la atonalidad, que en manos de otros compositores me pueden llegar a cautivar; estoy manifestando mi descontento ante la falta de inspiración, la superficialidad y el aburrimiento que me ha transmitido Maazel.
He visto óperas con músicas más “difíciles” pero donde la pulsión dramática estaba presente y la emoción llegaba a la sala. Lo verdaderamente importante de la música no es la melodía o la tonalidad o el empleo de efectos sonoros, lo realmente trascendente y lo que hace grande o no una obra es que haga brotar los sentimientos y las emociones en el oyente. Sin embargo, ayer la única emoción de la noche me llegó cuando constaté que aquella castaña había terminado.
Por el contrario, la puesta en escena me pareció bastante acertada. La dirección escénica es la concebida para su estreno mundial en 2005 en el Royal Opera House de Londres, por el director de cine canadiense Robert Lepage, que ya había hecho incursiones en el terreno operístico con montajes para otras óperas como “El castillo de Barba Azul” de Bartók” o “La Damnation de Faust” de Berlioz. El realizador canadiense cuenta con el apoyo de la escenografía de Carl Fillion, el vestuario de Yasmina Giguère, la estupenda iluminación de Michel Beaulieu y las coreografías de Sylvain Émard, que ha sido además el encargado de la dirección de esta reposición.
El escenario está presidido por una estructura giratoria que nos va mostrando con gran funcionalidad y agilidad los diferentes lugares en que transcurre la acción: la plaza donde el pueblo escucha al Gran Hermano, el Ministerio de la Verdad, la casa de Winston, el Pub, la tienda del anticuario o la terrible habitación 101. Las pantallas y proyecciones son otro elemento principal de esta puesta en escena que, a mi juicio, consigue, con gran eficacia, fuerza visual y sentido del drama, retratar el ambiente opresivo y de asfixiante temor que vive la sociedad de ese sombrío futuro retratado por Orwell en su novela.
La dirección de actores está bastante trabajada, con algunas aparentes influencias del musical de Broadway, y se han introducido algunas referencias a la época actual, como la clara alusión a la prisión de Guantánamo, pero la esencia del mensaje que se quiso transmitir en la obra original, permanece y encuentra en la propuesta de Lepage un interesante vehículo al que sólo le faltó estar acompañado por una música apropiada.
De la dirección musical de Maazel poco puedo decir. Al ser él también el compositor de este Frankestein operístico, dirigirá como le salga de los mismísimos mondongos y nadie le podrá discutir que esa no sea la lectura adecuada. Aunque era evidente que en ocasiones el volumen disparatado ponía en serios aprietos a unos solistas vocales que tampoco destacaron por su potencia.
No creo que fuese yo el único que anoche sintió desaprovechada la siempre eficiente Orquestra de la Comunitat Valenciana y no me siento capacitado para decir si los permanentes arreos a la percusión o el chirriar hasta la dentera de los violines, estuvieron ajustados o se fueron de compás. Hubo, eso sí, intervenciones ciertamente magníficas de la cuerda (con algunos pianísimos increíbles), de los metales y la percusión.
Al Cor de la Generalitat se han unido en esta ocasión la Escolanía de Nuestra Señora de los Desamparados, la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet y los Pequeños Cantores de Valencia. La intervención inicial en el primer cuadro del Coro fue espléndida y es de justicia destacar a la soprano Irina Ionescu que tiene ahí una breve actuación solista pero sumamente exigente, con continuos sobreagudos, y que solventó con una potencia, limpieza y claridad modélicas. Un puro violín. Me congratuló que en los aplausos finales se tuviese el detalle de que saliese a saludar en solitario para recoger su merecido premio.
Entre los intérpretes, fue notable el esfuerzo del barítono estadounidense Michael Anthony McGee, que debutaba en el papel de Winston Smith, permaneciendo en escena durante casi toda la obra, con un loable comportamiento actoral. Vocalmente se mostró voluntarioso pero mucho más limitado, resultando complicado escucharle en muchas ocasiones y abusando de falsete.
Nancy Gustafson, como Julia, demostró su veteranía, dicho sea en su acepción positiva y negativa; Richard Margison combinó potencia y agudos tambaleantes; Lynton Black fue un correcto Charrington; y el Parsons de Graeme Danby fue inaudible.
El tenor Andrew Drost, como Syme, se movió con aceptable solvencia en unas tesituras endiabladas, como también lo fueron las exigidas a la soprano valenciana Silvia Vázquez, en su doble papel de Gimnasta y Borracha, quien salvó con corrección los múltiples escollos colocados por Maazel en estos personajes y lució un amplio catálogo de chillidos, al tiempo que completaba un notable trabajo como actriz.
Quiero destacar a Mary Lloyd-Davies, que demostró mucho gusto al cantar el pequeño y agradecido papel de Proletaria.
No quiero acabar sin hacer una mención al público de ayer. Para mi sorpresa, aunque en los pisos altos había muchos huecos, la platea se encontraba prácticamente llena. Esto me pareció un excelente comienzo para una obra de estas características. Pero, tras el primer descanso, cerca de una cuarta parte del aforo ya puso pies en polvorosa sin recato alguno. Y al finalizar la función, permanecíamos en los asientos, con pulso y respirando, menos de un tercio de los valientes que iniciamos aquella intrépida aventura.
La reacción final de los supervivientes fue premiar a todos los artistas con fuertes aplausos que, cuando compareció Maazel en el escenario, se convirtieron en gran ovación con el público puesto en pie y numerosos bravos, supongo que como respuesta más al trabajo de estos cinco años, que al disfrute con lo escuchado anoche.
Como suele ser habitual en los estrenos, mucha cara guapa, caras famosas y caras duras. Allí estaba el habitual Rappel, que digo yo que menuda engañifla de adivino si pudo ver con antelación el tostón inmisericorde que se avecinaba y no hizo nada por esquivarlo.
También pudimos ver ocupando lugar de honor al todavía President de la Generalitat, quien dejó claro que a él no le levanta las nalgas del asiento oficial ni Maazel endosándole todo un “1984”, porque allí aguantó hasta el final. Aunque a él lo que le atraería más sería ese libreto de ciencia ficción que hablaba de manipulación de las masas, de ausencia de libertad de expresión, de callar al que piensa distinto, de repetir la mentira hasta que se convierte en verdad, de buscar enemigos externos para evitar la crítica interna, de aferrarse al poder a costa de lo que sea… en fin, de fantasías de escritor del siglo pasado.
Vuelvo de nuevo a lo que decía al principio. Todo lo dicho no es más que mi percepción particular. Y, desde ese mismo sentimiento personal, he de decir que tras casi cuatro horas aguantando este "1984", salí tan torturado de Les Arts como Winston Smith de la habitación 101. Y al mismo tiempo muy triste y con rabia, porque lamento enormemente que la última sensación que me deje el maestro Maazel, con el que he vivido algunas de las veladas operísticas más satisfactorias de mi vida, sea tan horrenda.
Lo tomaremos como el obligado peaje que nos ha hecho pagar, además de su desorbitado caché, por haberle tenido aquí estos años mostrando su genialidad al frente de la maravillosa Orquesta que creó y, de momento, nos deja.
En cualquier caso, maestro, gracias por todo… (pero no componga más óperas, porlamordediós).
Os dejo con este video perteneciente a las funciones londinenses de esta ópera en 2005. En concreto se trata del momento más Broadway de “1984”, el dúo de amor del acto II entre Winston (Simon Keenlyside) y Julia (Nancy Gustafson) que se ve bruscamente interrumpido por la aparición de O’Brien (Richard Margison):
video de elnim
Hecha esta previa declaración de intenciones, que espero se tome en consideración, os cuento que ayer asistí en el Palau de les Arts al estreno de “1984”, la ópera compuesta por Lorin Maazel, con libreto de J. D. McClatchy y Thomas Meehan, basada en la novela de George Orwell, y que cuenta con el morbo añadido de ser la última que el maestro francoestadounidense dirigirá desde el foso de Les Arts, poniendo así fin a un ciclo de cinco años en los que ha ostentado la dirección musical del coliseo valenciano y durante los que nos ha hecho disfrutar de noches inolvidables.
Y la noche de ayer también será inolvidable para mí. Aunque en esta ocasión por haber asistido a una obra que, musicalmente, me pareció un pestiño de proporciones ciclópeas, y desgraciadamente, tardaré mucho tiempo en apartarlo de mi memoria.
Dijo Lorin Maazel, con motivo del estreno mundial en Londres de esta obra en 2005, que su partitura es "caleidoscópica, panorámica y multifacética" (sólo se le olvidó añadir, como Súper Ratón: “y no olviden supervitaminarse y mineralizarse”). Desde luego hay que dar la razón al maestro. El único problema es que, en esa indudable variedad, la originalidad brilla por su ausencia y, lo que es peor, la sensación de “pastiche” es demasiado flagrante.
La atonalidad y las disonancias hacen acto de presencia en la obra, aunque sin demasiada agresividad, como si el compositor no se hubiera atrevido a zambullirse de lleno en ellas, pero sí lo justo para que este “1984” suene a “moderno”. Y, junto a eso, encontramos armonías y momentos melódicos con los que parece decirnos: “esto para que veáis que si me pongo a escribir más clásico también lo sé hacer, pero los compositores contemporáneos no podemos caer en estas ordinarieces”.
Si alguien se aburre durante la representación, cosa nada descartable, yo le aconsejaría un juego bastante entretenido que yo mismo practiqué para vencer el sopor: intentar ir descubriendo qué compositores podemos identificar a lo largo de la obra. Tenemos momentos en los que podemos “escuchar” a Bernstein, Weill, Gershwin, Britten, Berg, Puccini, Strauss, referencias al jazz clásico, a Broadway… pero el problema es que en ese revoltijo de morcillas con bacalao, yo no pude apreciar ni coherencia ni una pizca de personalidad creativa.
Encontré además el discurso musical concebido por Maazel más plano que el encefalograma de Belén Esteban, con una línea monótona, carente de tensión, y un patente desajuste entre la fuerza dramática de la escena y su soporte musical, que, al menos a mí, no consiguió transmitirme emoción alguna y que sólo encontré acoplada al drama en dos o tres ocasiones puntuales. A veces daba la sensación de que estuviese desarrollándose una obra de teatro sobre el escenario y en el foso hubiese unos músicos infiltrados ensayando, haciendo ruido sin ton ni son, molestando a los actores.
Y que conste que mi crítica a esta obra no viene condicionada por la “dificultad” de su escucha, por lo mucho que pueda tener de música contemporánea. No estoy rechazando las disonancias o la atonalidad, que en manos de otros compositores me pueden llegar a cautivar; estoy manifestando mi descontento ante la falta de inspiración, la superficialidad y el aburrimiento que me ha transmitido Maazel.
He visto óperas con músicas más “difíciles” pero donde la pulsión dramática estaba presente y la emoción llegaba a la sala. Lo verdaderamente importante de la música no es la melodía o la tonalidad o el empleo de efectos sonoros, lo realmente trascendente y lo que hace grande o no una obra es que haga brotar los sentimientos y las emociones en el oyente. Sin embargo, ayer la única emoción de la noche me llegó cuando constaté que aquella castaña había terminado.
Por el contrario, la puesta en escena me pareció bastante acertada. La dirección escénica es la concebida para su estreno mundial en 2005 en el Royal Opera House de Londres, por el director de cine canadiense Robert Lepage, que ya había hecho incursiones en el terreno operístico con montajes para otras óperas como “El castillo de Barba Azul” de Bartók” o “La Damnation de Faust” de Berlioz. El realizador canadiense cuenta con el apoyo de la escenografía de Carl Fillion, el vestuario de Yasmina Giguère, la estupenda iluminación de Michel Beaulieu y las coreografías de Sylvain Émard, que ha sido además el encargado de la dirección de esta reposición.
El escenario está presidido por una estructura giratoria que nos va mostrando con gran funcionalidad y agilidad los diferentes lugares en que transcurre la acción: la plaza donde el pueblo escucha al Gran Hermano, el Ministerio de la Verdad, la casa de Winston, el Pub, la tienda del anticuario o la terrible habitación 101. Las pantallas y proyecciones son otro elemento principal de esta puesta en escena que, a mi juicio, consigue, con gran eficacia, fuerza visual y sentido del drama, retratar el ambiente opresivo y de asfixiante temor que vive la sociedad de ese sombrío futuro retratado por Orwell en su novela.
La dirección de actores está bastante trabajada, con algunas aparentes influencias del musical de Broadway, y se han introducido algunas referencias a la época actual, como la clara alusión a la prisión de Guantánamo, pero la esencia del mensaje que se quiso transmitir en la obra original, permanece y encuentra en la propuesta de Lepage un interesante vehículo al que sólo le faltó estar acompañado por una música apropiada.
De la dirección musical de Maazel poco puedo decir. Al ser él también el compositor de este Frankestein operístico, dirigirá como le salga de los mismísimos mondongos y nadie le podrá discutir que esa no sea la lectura adecuada. Aunque era evidente que en ocasiones el volumen disparatado ponía en serios aprietos a unos solistas vocales que tampoco destacaron por su potencia.
No creo que fuese yo el único que anoche sintió desaprovechada la siempre eficiente Orquestra de la Comunitat Valenciana y no me siento capacitado para decir si los permanentes arreos a la percusión o el chirriar hasta la dentera de los violines, estuvieron ajustados o se fueron de compás. Hubo, eso sí, intervenciones ciertamente magníficas de la cuerda (con algunos pianísimos increíbles), de los metales y la percusión.
Al Cor de la Generalitat se han unido en esta ocasión la Escolanía de Nuestra Señora de los Desamparados, la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet y los Pequeños Cantores de Valencia. La intervención inicial en el primer cuadro del Coro fue espléndida y es de justicia destacar a la soprano Irina Ionescu que tiene ahí una breve actuación solista pero sumamente exigente, con continuos sobreagudos, y que solventó con una potencia, limpieza y claridad modélicas. Un puro violín. Me congratuló que en los aplausos finales se tuviese el detalle de que saliese a saludar en solitario para recoger su merecido premio.
Entre los intérpretes, fue notable el esfuerzo del barítono estadounidense Michael Anthony McGee, que debutaba en el papel de Winston Smith, permaneciendo en escena durante casi toda la obra, con un loable comportamiento actoral. Vocalmente se mostró voluntarioso pero mucho más limitado, resultando complicado escucharle en muchas ocasiones y abusando de falsete.
Nancy Gustafson, como Julia, demostró su veteranía, dicho sea en su acepción positiva y negativa; Richard Margison combinó potencia y agudos tambaleantes; Lynton Black fue un correcto Charrington; y el Parsons de Graeme Danby fue inaudible.
El tenor Andrew Drost, como Syme, se movió con aceptable solvencia en unas tesituras endiabladas, como también lo fueron las exigidas a la soprano valenciana Silvia Vázquez, en su doble papel de Gimnasta y Borracha, quien salvó con corrección los múltiples escollos colocados por Maazel en estos personajes y lució un amplio catálogo de chillidos, al tiempo que completaba un notable trabajo como actriz.
Quiero destacar a Mary Lloyd-Davies, que demostró mucho gusto al cantar el pequeño y agradecido papel de Proletaria.
No quiero acabar sin hacer una mención al público de ayer. Para mi sorpresa, aunque en los pisos altos había muchos huecos, la platea se encontraba prácticamente llena. Esto me pareció un excelente comienzo para una obra de estas características. Pero, tras el primer descanso, cerca de una cuarta parte del aforo ya puso pies en polvorosa sin recato alguno. Y al finalizar la función, permanecíamos en los asientos, con pulso y respirando, menos de un tercio de los valientes que iniciamos aquella intrépida aventura.
La reacción final de los supervivientes fue premiar a todos los artistas con fuertes aplausos que, cuando compareció Maazel en el escenario, se convirtieron en gran ovación con el público puesto en pie y numerosos bravos, supongo que como respuesta más al trabajo de estos cinco años, que al disfrute con lo escuchado anoche.
Como suele ser habitual en los estrenos, mucha cara guapa, caras famosas y caras duras. Allí estaba el habitual Rappel, que digo yo que menuda engañifla de adivino si pudo ver con antelación el tostón inmisericorde que se avecinaba y no hizo nada por esquivarlo.
También pudimos ver ocupando lugar de honor al todavía President de la Generalitat, quien dejó claro que a él no le levanta las nalgas del asiento oficial ni Maazel endosándole todo un “1984”, porque allí aguantó hasta el final. Aunque a él lo que le atraería más sería ese libreto de ciencia ficción que hablaba de manipulación de las masas, de ausencia de libertad de expresión, de callar al que piensa distinto, de repetir la mentira hasta que se convierte en verdad, de buscar enemigos externos para evitar la crítica interna, de aferrarse al poder a costa de lo que sea… en fin, de fantasías de escritor del siglo pasado.
Vuelvo de nuevo a lo que decía al principio. Todo lo dicho no es más que mi percepción particular. Y, desde ese mismo sentimiento personal, he de decir que tras casi cuatro horas aguantando este "1984", salí tan torturado de Les Arts como Winston Smith de la habitación 101. Y al mismo tiempo muy triste y con rabia, porque lamento enormemente que la última sensación que me deje el maestro Maazel, con el que he vivido algunas de las veladas operísticas más satisfactorias de mi vida, sea tan horrenda.
Lo tomaremos como el obligado peaje que nos ha hecho pagar, además de su desorbitado caché, por haberle tenido aquí estos años mostrando su genialidad al frente de la maravillosa Orquesta que creó y, de momento, nos deja.
En cualquier caso, maestro, gracias por todo… (pero no componga más óperas, porlamordediós).
Os dejo con este video perteneciente a las funciones londinenses de esta ópera en 2005. En concreto se trata del momento más Broadway de “1984”, el dúo de amor del acto II entre Winston (Simon Keenlyside) y Julia (Nancy Gustafson) que se ve bruscamente interrumpido por la aparición de O’Brien (Richard Margison):
video de elnim
No estoy en nada de acuerdo contigo. Yo vi 1984 en Londres y en Milán y me pareció una música fantástica. Como no iré hasta la semana que viene a Valencia, no opinaré hasta entonces.
ResponderEliminarBueno, amigo Atticus, ya pasó, ya está, no te preocupes, lo olvidarás rápido y ya verás que en cuestión de unas semanas volverás a no tener alucinaciones y dormirás de un tirón.
ResponderEliminarHabía que pasarlo, pero bueno, ya está, tranquilo muchacho, tranquilo, respira hondo y a ser posible, si tus oídos se dejan, sólo si se dejan, ponte un poco de música, poco a poco, en pequeñas dosis, y ya verás como volverás a disfrutar.
Un abrazo y gracias por hacérmelo pasar pipa leyéndote.
Sergi: Espero tu opinión entonces, aunque la música no creo yo que haya variado, así que me temo que seguiremos discrepando.
ResponderEliminarJoaquim: Como rehabilitación me pienso ir al Liceu a ver un Parsifal.
Una penitencia magnífica.
ResponderEliminarMás de 4 horas de un espectáculo, para mi, inolvidable.
Tenemos que organizar algo. Estamos en contacto.
Muy buena crónica, con el fino humor marca de la casa.
ResponderEliminarQuizá sea la única ópera en que el espectador sale con la misma sensación de horror que el protagonista. ¿Será este el gran logro de Maazel? :-)
Todo tiene su lado positivo, y doy gracias a Maazel por haber generado una crítica tan divertida. Le vi dirigir una vez una "cosa" suya para flauta y orquesta, que hasta se trajo a James Galway de la verde Irlanda, y mira que puse buena voluntad, pero imposible. Me sonó también a impuesto revolucionario y a la obsesión por ir siempre más allá del nivel de competencia, por alto que sea ya.
ResponderEliminarDirectores que hayan sido además compositores notables (no la inversa), aparte de Bernstein y quizá Furtwängler ¿hay alguno más?
Estoy de acuerdo en que al "honorable" Camps debió de interesarle mucho eso de que la mentira mil veces repetida se convierte en verdad.
ResponderEliminarTambién estoy de acuerdo en que la música es un pastiche sin la menor personalidad. Sin embargo, al menos en DVD, a mí el resultado me aburrió en algunos momentos y me gustó muchísimo en otros, porque el libreto es atractivo y la escena funciona a la perfección. Claro está que allí se contaba con Keenlyside, gran cantante y tremendo actorazo, cuyos primeros planos ponían los huevos por corbata, con perdón.
Hola Atticus, todo un placer descubrir tu blog.
ResponderEliminarMe ha encantado tu crónica, por lo que he escuchado de esta ópera seguro que no iré a verla y eso que
Mazzel me gusta como Director, pero no se puede abarcar todo, se endiosan.
Por cierto gracias por la información sobre Lawrence Brownlee, no voy a perderme su recital en la Quincena Musical de Donosti.
Saludos cordiales
Hasta la semana próxima no tendré la oportunidad de asistir a "1.984". He visto el DVD con la grabación en Londres en 2.005 y salvo la puesta en escena y el esfuerzo de los cantantes, la ópera no me gustó nada. Además, la duración aquí en Valencia es mucho más larga que en el DVD según parece. Supongo que el famoso "tempi" de Maazel, aunque llama la atención que escriba una cosa y él mismo interprete otra. Aliciente: nunca he tenido la oportunidad de ver al autor dirigir su propia ópera. Yo creo que Maazel se volcó con Les Arts los 3 primeros años y los 2 últimos ha hecho lo que ha querido y como ha querido, sin el mismo interés de su primera etapa, entregándose una noche, pasando otra, o de algún título por completo, etc.
ResponderEliminarSi yo hubiera sido él, para despedirme habría elegido una ópera super popular, exigido un repertorio de lujo y una puesta en escena correcta y más modesta, y habría salido a hombros. Pero el ego es el ego y hay que respetarlo. ¡Qué pena que el público abandone la sala en los descansos, aunque esté en su perfecto derecho!. Yo creo que, como modesto aficionado, si tienes tu abono, debes verlo y escucharlo todo. Otra cosa es pagar por esta ópera si la has de comprar adrede.
Es una lástima que quien ha hecho tanto por la ópera en Valencia termine así, pero él se lo ha buscado.
Ya sabeis el dicho: "zapatero a tus zapatos", pues eso, Director a dirigir y Compositor a componer.
Cuando asista en directo ratificaré mi opinión basada en el DVD, pero creo que vamos a coincidir en casi todo.
Por cierto Atticus, no he visto nada sobre qué te pareció Kristine Opolais como Tatiana en "Eugene Oneguin".
Con tu amabilidad por dejarme escribir en tu siempre interesante blog, seguiremos comentando cosas sobre nuestra gran afición. A ver que impresión saco la semana próxima. ¡Muchas gracias!
Un aficionado a la ópera
Jo, pues yo pensaba ir la semana que viene, pero entre todos me estáis quitando las ganas. Ay, indeciso estoy.
ResponderEliminar¿Titus, has visto el DVD?
ResponderEliminarYo habiendo visto el DVD y si me la hubieran hecho en el Liceu, hubiera ido. Otra cosa es que el nivel de los interpretes sea inferior. En el DVD son muy buenos.
La ópera es un quiero y no puedo, pretenciosa y todo lo que dice Atticus y un poco más , pero el espectáculo teatral a mi me pareció más que interesante.
He tenido la suerte de que ésta haya sido la segunda opera a la que he asistido. Y digo, efectivamente, suerte porque, de haber sido la primera es poco probable que hubiera habido una segunda. Pensaba que esa sensación de aburrimiento se debía a mi incultura operística y me alegro de que no sea exclusivamente así. Tengo la sensación de que la necesidad para hacer entender la historia de Orwell, con bastante detalle por cierto, hace que durante toda la representación los interpretes estén 'hablando' y no deja lugar a arias o coros más 'populares' o 'facilones'. No se si me explico. Por cierto, soy del 25% que aguantó hasta el final.
ResponderEliminarJoaquim, tengo el DVD bucanero desde hace años, pero nunca lo he visto. A ver si tengo tiempo este fin de semana y así me decido.
ResponderEliminarTitus, en el supuesto que no tengas nada mejor que hacer, luego no vengas a pedirme daños y prejuicios.
ResponderEliminarBon cap de setmana!
Nibelungo: Tienes razón, jajaja... igual ese era el secreto que yo no supe ver. Aunque al menos yo no acabé como Smith, diciendo "Amo 1984".
ResponderEliminarJosé Luis: Lo de Maazel claramente ha sido impuesto revolucionario, y como decía mi compañera de butaca: ¿pero qué necesidad tenía este hombre de meterse en este berenjenal?.
Lo de los directores-compositores tendré que pensarlo con calma. Barenboim creo que ha compuesto tangos. Y Maazel un tongo.
FLV-M: El espectáculo escénico a mi me pareció muy bueno, a excepción de algún momento en que se me hizo algo reiterativo o pesado, por ejemplo la reunión en el despacho de O'Brien, o el final quizás demasiado alargado.
Contrapunto: Bienvenida al blog. Yo no quisiera que nadie se quedase sin ver una obra por mi comentario, aunque personalmente no me haya gustado, prefiero que todo el mundo pueda verlo y opinar por sí mismo.
Y si tienes ocasión de ver a Brownlee, eso sí que no te lo pierdas. Vale la pena.
Aficionado a la ópera: Sobre la duración de la obra en Valencia te puedo decir que la anunciada en el programa era de 3h10 con descansos y acabó siendo de 3h30, pero como no había escuchado yo la ópera antes no sé si la culpa fue de los tempi de Maazel (y dado el índole de la misma, tampoco sé si me hubiera dado mucha cuenta...)
En mi opinión a Maazel le importa three cucumbers salir de aquí por la puerta grande o no. El ha hecho su trabajo, ha trincado la pasta y nos ha soltado su ópera... y hasta luego, Lucas.
Tienes razón respecto a Opolais, pensé hacer una entrada sobre mi último Oneguin, pero al final no pudo ser. Me gustó mucho. Hubo una diferencia muy grande entre la función del estreno y la última. En ésta la orquesta sonó muchísimo mejor y en escena había, por fin, una Tatiana vocal y escénicamente muy notable.
Espero tus impresiones sobre "1984".
Titus: Haz el favor de ir a ver el castañazo de Maazel. Como dice Joaquim, sólo por el espectáculo escénico vale la pena, y que a mi no me convenciese no quiere decir que no te tenga que gustar a ti, que te aguantas hasta a Lou Harrison, con la diferencia que lo de éste es personal e intransferible y lo de Maazel me pareció un pastiche de padre y muy señor mío.
Manolo: Bienvenido al blog. Desde luego si le pilla esta ópera a uno en su debut, creo que se pasa al flamenco.
No creo que el libreto sea el que impide la existencia de coros o arias al uso. Eso es una decisión del compositor que ha optado por otro tipo de música. Pero yo insisto en que para mi lo rechazable no es que la música de Maazel no sea "facilona", sino que no aporta nada nuevo, o al menos a mi no me lo aportó, y encima me aburrió.
Gracias por tu comentario.
Titus: ¡No lo toques!. Si has de venir, vienes, pero no te lo pongas estando sólo en casa que igual dentro de una semana tienen que echar los vecinos la puerta abajo por el olor.
Joaquim: Gracias por estar al quite con el Imperator, que este inconsciente es capaz de ponerse el DVD a pelo, ahí, sin tener los ansiolíticos a mano ni ná...
Hola Atticus,
ResponderEliminarGracias por tu extensa opinión sobre "1984", te lo currás un montón. La verdad es que tengo algo de intuición y ya cuando vi la programación decidí no sacarme la entrada para "1984". Me quedó un trauma en el instituto cuando me obligaron a leer la novela y lo último que hubiese querido es asociarla a la ópera. Ya veo que no hice mal del todo al no comprarme la entrada. Por cierto, hablas de que hay óperas "modernas" con disonancias y atonalidad que te gustan. ¿Me puedes dar el nombre de alguna? Es que a veces pienso que soy demasiado tradicional y me gustaría darle una oportunidad a los músicos contemporáneos. Ahora mismo estoy oyendo L'elisir d'amore y hace un rato La Rondine, y la verdad es que me cuesta creer que actualmente alguien componga una música que me vaya a emocionar tanto como la de Mozart, Donizetti o Puccini (me está pasando también con el cine de estos últimos años, quizás sea que me estoy haciendo mayor o que estoy pesimista o las dos cosas...).
Por otra parte, he leido comentarios un poco maliciosos sobre Rocio Ignacio, que cantará en abril L'elisir d'amore ¿Qué opinión teneis sobre ella? Cantó en un concierto en el Palau de les Arts este último noviembre, pero no pude ir a verla, aunque me dijeron que Mª José Montiel la eclipsó completamente.
Bueno, ya queda menos para la representación de L'elisir d'amore. He visto la primera foto, van en vaqueros y Adina lleva el chiringuito de la playa (no me disgusta, lo prefiero mil veces al feismo del vestuario de Oneguin, donde pusieron el listón muy alto, je,je)
Un saludo y gracias Atticus por todos tus comentarios, me lo paso pipa leyéndolos!
eres mi idolo te voy a seguir. estoy de acuerdo con todo excepto con lo de camps porque visto el panorama político que hay por mi parte se queda en el asiento.
ResponderEliminarte felicito en serio por tu redacción ME ENCANTAAAAAAAA.
Hola otra vez,
ResponderEliminarNo me he resistido a comentaros una crítica que he leido en un periódico de "1984". No debería juzgar esta crítica porque no he ido a ver esta ópera ni la he oido nunca. Pero es que la susodicha crítica me ha hecho soltar alguna carcajada, a la vez que me ha dejado algo perpleja. Para empezar dice textualmente "Algunos abandonaron sus butacas; no eran conscientes del día histórico que vivían". Parece que en el Palau había mucho inconsciente... También dice "Es una ópera tremendamente dura y debe ser exactamente así para despertar conciencias". Jolín, no sabía que la ópera debiera despertar conciencias, pero puestos así Oneguin también tiene mucha enjundia metafísica (el hecho de no saber vivir, no aprovechar lo que te ofrece la vida) y la gente no abandonó las butacas. También dice que "La sensibilidad de algunos espectadores quedó marcada por el ahorcamiento elíptico de la novela y real en escena, olvidaron sin duda el fusilamiento en Tosca". A parte de que la redacción de la frase no me cuadra muy bien, lo de olvidar el fusilamiento de Tosca son palabras mayores; el "lucevan le stelle" refleja de una forma sublime la melancolía, el miedo a la muerte, la tristeza de dejar la vida y ya el fusilamiento te encoje el corazón. Puede que Maazel con el ahorcamiento iguale al fusilamiento de Tosca, pero superarlo lo pongo en duda!
Bueno, me he puesto un poco pesada, pero la verdad es que esta crítica me ha tocado la moral...
Un saludo a todos
Gracias por la crítica y por tu sentido del humor ácido e inteligente. Parecerá marginal, pero me interesa mas Maazel como compositor que como director, y lo digo con franqueza, sin atisbo de humor. Aunque sea una copia y un "collage" componer es un acto creativo. Dirigir como lo hace este señor es un acto creativo de dólares. Ya sé que estoy en minoría pero echo de menos a Karajan, a Kleiber, a Kna, e incluso a Abbado todos ellos tomados en sus días mas grises, para ponerlo fácil.
ResponderEliminarMaría, María, María, María...
ResponderEliminarThe most beautiful sound I ever heard...
Doretta: Una ópera que entra de lleno en un lenguaje musical diferente al puramente clásico y me encanta es "Lulú" de Alban Berg. Eso sí, no esperes escuchar una grabación y quedar subyugada por su música. De hecho yo recomendaría que si te animas a ello acudieses a ver la ópera, en directo o DVD, pero la grandeza de la obra es la conjunción del drama y la música.
ResponderEliminarNo es fácil, y si no conectas en un principio no hay que forzar las cosas. Ya llegará.
Respecto a Rocío Ignacio, puedes ver la crónica que hice de esa función que mencionas aquï:
http://elblogdeatticus.blogspot.com/2010/11/noche-de-zarzuela-en-les-arts.html
Y ya bastante polémica se montó con mi opinión. No es una cantante que me guste demasiado, aunque reconozco que últimamente ha mejorado. De todas formas me gusta más Aleksandra Kurzak.
En cuanto a la crítica que mencionas de "1984", no sé quién la ha hecho, respeto su opinión pero discrepo totalmente. La gente inconsciente que se marchó lo hizo porque se aburría como una ostra y esta obrita de Maazel no es ninguna genialidad por mucho que nos quieran vender pollinos por pura sangre.
El Titi: Bienvenido al blog y gracias por tu comentario.
Anónimo: Si nos ponemos a comparar directores en activo con los Kna, Fürtwangler, Karajan, Celibidache, Kleiber... pocos se salvarían. Pero yo opino que Maazel, con todos sus defectos, se encuentra entre los mejores directores actuales sin duda alguna, aunque el ego se le salga por los orificios nasales.
Gracias por tu interesante comentario.
Anónimo (2): Maria, Maria, Maria...
All the beautiful sounds of the world in a single word...
Me lo paso pipa con tus opiniones, Atticus, y el video escogido confirma lo que explicas. La escena es bien chula, también rotatoria como el Parsifal de aquí, no te nos marees!
ResponderEliminarHola Atticus
ResponderEliminarLeo tus comentarios y visito tu blog desde hace mucho. hata hoy no me he animado a intervenir. Yo tambie estuve en el estreno y debo confesar que por primera vez, desde que asisto al Palau me marche despues del segundo acto. No podia mas. A veces no he coincidido con tus opiniones pero en esta ocasion me ha reconfortado coincidir contigo, quizas para callar mi maltrecho animo. Mi primera representacion abandonada al finalizar el segundo acto! Te admiro por quedarte hasta el final.
Me he divertido mucho leyendote.
Tranquila, kalamar, que si sobreviví al castigo auditivo inmisericorde del Big Brother Maazel, no hay decorado giratorio que me pueda marear.
ResponderEliminarCarmen: Bienvenida al blog y gracias por animarte a dejar tu opinión.
ResponderEliminarReconozco que no es fácil que yo abandone un teatro de ópera. Aunque no me guste mucho alguno de los aspectos de la representación siempre puede haber otro que actúe de aliciente para permanecer. En este caso la puesta en escena me estaba interesando y quería ver cómo se resolvía escenográficamente el momento "habitación 101". Aunque es verdad que Maazel con su monótono chunta chunta lo puso complicado. También tenía interés por ver la reacción final del público ante la despedida de Maazel de Les Arts.
Espero contar con tus comentarios en más ocasiones aunque sea para decirme que no estás de acuerdo con lo que digo.
Hola Atticus,
ResponderEliminarGracias por recomendarme una ópera "moderna". Tendré paciencia, seguro que "Lulú" me acaba gustando. Lo digo porque en realidad me ha pasado con muchas óperas, oirlas por primera vez y quedarme igual y luego a base de oirlas me asombro de como no me había dado cuenta antes de lo maravillosas que eran. Se lo digo también a Manolo: la ópera acaba enganchando, ya lo verás.
En cuanto a L'elisir, al final he conseguido entradas para oir tanto a Aleksandra Kurzak como a Rocio Ignacio, así podré daros mi opinión de primera mano. La verdad es que me disgusté mucho cuando en Oneguin cambiaron la soprano para las últimas representaciones(vi una de las primeras). Los que tenían entradas para estas últimas tuvieron más suerte que yo, y me alegro por ellos, pero es que me da la impresión que el Palau es como una loteria. Puedo comprender que algún cantante se ponga enfermo pero tanto cambio me da rabia. Pareceré egoista pero todos pagamos lo mismo, y meremos al menos que se atengan al programa, sean cantantes de primerísima linea o no.
Por cierto, la crítica de "1984" era de "El mundo". Por favor, no me clasifiqueis por leer este diario, la verdad es que paso de la política. (Al final veo que todos los políticos van gratis a la ópera, me da igual el signo, aunque a veces también tiene su parte mala para ellos; Camps tuvo que aguantar hasta el final de 1984, ja,ja, cuando a lo mejor se hubiese el primero...)
Un saludo y mil gracias Atticus por recomendarme una nueva ópera para mi repertorio virtual.
Doretta: Espero que me sigas visitando y escribiendo después de ver "Lulú". Es una obra con una fuerza dramática brutal (para algunos demasiada), pero la música no es de las de tararear, no te engañes.
ResponderEliminar¿Has frecuentado Richard Strauss?. Si no lo has hecho, quizás sea mejor empezar por "Salome", "Der Rosenkavalier", "La mujer sin sombra" o "Elektra", antes de meterte de lleno en la ópera dodecafónica de Berg.
Sobre los cambios de reparto en Les Arts, creo que en pocos sitios se habrá hablado más que en este blog. Siempre he criticado el baile incesante de nombres, temporada tras temporada y ópera tras ópera. Cambios que además la mayoría de las veces se producen con muchísima antelación a las representaciones, lo cual no puede deberse a sucesos sobrevenidos, sino a mala gestión y organización. Mi teoría es que doña Helga vende las entradas sin estar cerradas las contrataciones y luego cambia de rumbo las veces que haga falta.Por supuesto siempre sin informar de nada al público.
Hola Atticus,
ResponderEliminarMe encanta "Der Rosenkavalier" así que voy a por "Lulu"!
Por cierto, una cosa que siempre se me olvida decir en tu blog y con lo que me he reido mucho a través de vuestros comentarios. Sé porque la gente sale pitando al final de las representaciones: pa' pillar el primer taxi! De verdad, es una odisea ir sin coche al Palau.
Un saludo a todos
Si Atticus, siempre hay algun motivo para no abandonar un teatro de la opera y reconozco que me marche con el gusanillo de poder ver la reaccion de la sala al final de la representacion. Tambien estoy contigo en lo acertada de la puesta en escena, o el disfrute de escuchar el magnifico coro de la generalitat, pero ante todo me interesa la emocion que me pueda trasmitir la musica que escucho y en este caso creo que es la primera vez que esa musica estaba muy lejos de transmitirme ni un granito de emocion o de placer, eso pudo con los demas puntos de interes.
ResponderEliminarY si, intentare participar en tu blog, es una sensacion agradable comunicarse a traves de un hilo invisible como este. Si no lo he hecho antes no ha sido por coincidir o no con tus apreciaciones sino mas bien por un tema de costumbres, mucho mejor las charlas a media voz delante de un café sobre el velador de cualquier cafeteria, pero he de reconocer que esta modalidad no esta del todo mal, tambien tiene su magia.
Doretta: "Der Rosenkavalier" es una de mis óperas favoritas. Me alegra la coincidencia.
ResponderEliminarSi la prisa es por los taxis, eso tiene solución: salir de los últimos. Yo siempre suelo ser de los últimos que salen y me quedo unos minutos charlando con unos u otros. Es verdad que cuando sale el grueso de gente apenas hay taxis, pero cuando ya no queda casi nadie, curiosamente, suele haber un montón.
En cualquier caso, sea por lo que sea, me sigue pareciendo una falta de educación hacia los artistas salir a la carrera.
Carmen: Tienes razón, mucho mejor las charlas ante un café... ¿dónde va a parar?..., pero mientras los de blogger perfeccionan la multiconferencia cafetera, nos conformaremos con este sistema y me alegrará contar con tus opiniones.
Hola a todos. Leo este blog con asiduidad y, al margen de mi opinión de esta ópera, me ha llamado la atención una cosa, la facilidad de agudos, limpieza y cuidada afinación con la que la Sra. Irina Ionescu cantó su parte. Tanto fue así, que inmediatamente busqué su curriculum en el programa de mano, pero cuál fue mi sorpresa, que no lo encontré. Al parecer no es del coro porque en el listado de miembros del Cor de la Generalitat que hay al final del programa no aparece. ¿Alguien me puede dar más información de esta cantante? Me gustaría escucharla en otros "terrenos". Muchas gracias
ResponderEliminarHola Atticus me gusta la ópera y especailmente soy fan de Anna Netrebko. Se que está casada con Erwin Schrott. Me gustaria saber algo mas sobre ellos.
ResponderEliminarGracias.
Anonadada: Bienvenida al blog. Tan sorprendido como tú me quedé yo al oir la estupenda intervención solista de Irina Ionescu.
ResponderEliminarNo puedo darte muchos datos de la cantante. Creo que pasó por el Centre de Perfeccionament Plácido Domingo en su primera promoción.
No pertenece al Coro, pero en ocasiones ha sido llamada como refuerzo del mismo.
Esta vez ha sido contratada no como refuerzo del Coro sino como solista.
Espero que le den más oportunidades porque es una cantante magnífica.
intermezzo: Coincidimos en nuestra admiración por Netrebko.
Puedes encontrar más información sobre ella y sobre Schrott en sus respectivas páginas web:
http://www.annanetrebko.com/
http://www.erwin-schrott.com/
Qué alivio comprobar que no soy el único especimen al que le pareció nefasta "1984".
ResponderEliminarGracias por tu fino sentido del humor, me da el contrapunto a la obra.
Anónimo: Te aseguro que conozco ya a unos cuantos que opinan como nosotros que este regalito de Maazel es un petardo mayúsculo.
ResponderEliminarHola Atticus,
ResponderEliminarPodría comprarme dos dvd de Lulú. En uno la soprano es Christine Shäfer, la orquesta es la London Philharmonic dirigida por David Andrew, del 2004, grabado en directo. El otro es más reciente, del año pasado, el doble de caro, también grabado en directo; los cantantes son Agneta Eichenholz, Michael Volle, Klaus Florian Vogt y Jennifer Larmore. El director de escena y el de orquesta son Chirstof Loy y Antonio Pappano, respectivamente. La orquesta es la de la Royal Opera House. Estoy más inclinada por esta última, pero el money me para un poco. ¿Cuál elegirías? Por cierto, hace unos meses que no había vuelto a escuchar El caballero de la rosa y realmente es una gozada (ahora ya me he fijado en detalles de la música en los que antes no había caido; desde luego no se parece en nada ni a La Traviata ni a la Bohème, por ejemplo, pero es igualmente maravillosa).
A todos los compis del blog os digo que os animeis, que L'elisir d'amore es por lo menos de temática mucho más alegre que la angustiosa 1984, angustiosa en muchos sentidos, según os he ido leyendo, je, je.
Un saludo para todos,
Doretta: Yo me quedaría con el más barato. Y no sólo por el precio. Christine Schäfer está espléndida.
ResponderEliminarY la puesta en escena de Christof Loy en la otra versión, es excesivamente minimalista para mi gusto.
Atticus, después de haber asistido a "1.984" simplemente ¡qué tristeza y qué pena!
ResponderEliminarEspero que todos pasemos página rápidamente y que "1.984" sea olvidada para siempre.
Valencia, los valencianos y nuestro Palau de Les Arts, no merecíamos "esto". No me apetece escribir. Tendría que hablar tan mal de tantas cosas (excepto cantantes, coro, músicos, puesta en escena y quienes han tenido que trabajar para que la puesta en escena de "1.984" fuera posible), que por educación, no lo voy a hacer. Imperdonable Sr. Maazel y quien le permitió representar su "1.984". Hice el esfuerzo de intentar buscar algo en su obra y fui dos noches, pero..., mejor no hablar. Muchas gracias por la orquesta que ha creado y lo que ha hecho por Valencia y váyase tranquilo con su ¿ópera? y su dinero que para eso se lo ha ganado. Prefiero no escribir más.
Un aficionado a la ópera
La verdad es que me temía que esa iba a ser tu impresión, Aficionado a la Ópera, pero siento que haya sido tan traumático.
ResponderEliminarEs una lástima que este sea el último recuerdo que nos deja Maazel después de los momentos tan geniales que nos ha brindado.
Esperemos que la Orquesta nos dure un poco más que él.
Gracias por tu comentario.