“Difícilmente puedo distinguir entre la música y mi vida” (Georges Delerue)
Georges Delerue nació en Roubaix (Francia) en 1925. Fue alumno en el Conservatorio de París del compositor Darius Milhaud, quien tendría una influencia decisiva en la orientación de su carrera, ya que al percibir las dotes de Delerue para el espectáculo, le abre su concepción musical hacia un mayor eclecticismo, lo que le conducirá a los terrenos de la música aplicada: primero en el teatro, después en la radio y la publicidad y finalmente en el cine. Además de esos trabajos, compuso, en una vertiente más clásica, música de cámara, conciertos, sinfonías, piezas corales y hasta cuatro óperas.
El propio Delerue hacía gala de su arraigado eclecticismo y odiaba que se le intentase etiquetar como músico de cine, especialmente porque era consciente de que, en aquellos momentos en Francia, el concepto de compositor de bandas sonoras comportaba un cierto menosprecio, según él debido a la vertiente comercial del cine, a diferencia de lo que ocurría en Inglaterra o Estados Unidos donde un compositor de música era simplemente eso, un compositor, independientemente de que su música se emplease para el cine, la publicidad o en un teatro de ópera. Decía Delerue que si se le tuviera forzosamente que etiquetar, él lo haría como compositor clásico “neo romántico”.
El propio Delerue hacía gala de su arraigado eclecticismo y odiaba que se le intentase etiquetar como músico de cine, especialmente porque era consciente de que, en aquellos momentos en Francia, el concepto de compositor de bandas sonoras comportaba un cierto menosprecio, según él debido a la vertiente comercial del cine, a diferencia de lo que ocurría en Inglaterra o Estados Unidos donde un compositor de música era simplemente eso, un compositor, independientemente de que su música se emplease para el cine, la publicidad o en un teatro de ópera. Decía Delerue que si se le tuviera forzosamente que etiquetar, él lo haría como compositor clásico “neo romántico”.
Posiblemente la melodía más conocida compuesta por el de Roubaix sea el Tema de Camille, del film de Jean-Luc Godard "Le Mépris"(1963):
Firmó más de 300 trabajos para el cine y televisión, siendo el mayor exponente de los compositores de la nouvelle vague francesa, desde que Alain Resnais le encargase que escribiera un vals para “Hiroshima, mon amour”, y su colaboración se extendió a directores como Jean-Luc Godard, Philippe De Broca (con quien llegó a trabajar en diecisiete películas) y, sobre todo, François Truffaut.
Ese grupo de directores jóvenes e innovadores estaban rodando sus primeras películas, pretendiendo introducir nuevos conceptos en la narrativa fílmica y también en el terreno musical. Para ello, querían contar con nombres y conceptos nuevos. Se buscaba abandonar esa música que simplemente acompañaba a la imagen, que la ilustraba sin ningún contenido, lo que Stravinsky denominaba “el papel pintado”, y sustituirlo por algo más profundo, por una música dinámica y psicológica.
Con Truffaut formó Delerue una pareja tan fructífera y paradigmática como las compuestas por Herrmann y Hitchcock, Mancini y Edwards, Morricone y Leone, Williams y Spielberg o Jarre y Lean. Colaboraron en 11 películas, desde “Disparen al pianista” (1960), el segundo largometraje de Truffaut, hasta “Vivamente el Domingo” (1983), la última obra del director parisino. Su relación profesional fue, como ellos mismos reconocían, una unión leal plagada de infidelidades, dados los devaneos de Truffaut con otros compositores pese a admitir la excelencia de Delerue. En lo personal, se fraguó una amistad profunda y auténtica entre Georges y François que perduró hasta el fallecimiento del director.
Ese grupo de directores jóvenes e innovadores estaban rodando sus primeras películas, pretendiendo introducir nuevos conceptos en la narrativa fílmica y también en el terreno musical. Para ello, querían contar con nombres y conceptos nuevos. Se buscaba abandonar esa música que simplemente acompañaba a la imagen, que la ilustraba sin ningún contenido, lo que Stravinsky denominaba “el papel pintado”, y sustituirlo por algo más profundo, por una música dinámica y psicológica.
Con Truffaut formó Delerue una pareja tan fructífera y paradigmática como las compuestas por Herrmann y Hitchcock, Mancini y Edwards, Morricone y Leone, Williams y Spielberg o Jarre y Lean. Colaboraron en 11 películas, desde “Disparen al pianista” (1960), el segundo largometraje de Truffaut, hasta “Vivamente el Domingo” (1983), la última obra del director parisino. Su relación profesional fue, como ellos mismos reconocían, una unión leal plagada de infidelidades, dados los devaneos de Truffaut con otros compositores pese a admitir la excelencia de Delerue. En lo personal, se fraguó una amistad profunda y auténtica entre Georges y François que perduró hasta el fallecimiento del director.
Aquí podemos escuchar el Tema de Amor de "Disparen al pianista", su primera colaboración. Una composición de evidentes influencias jazzísticas que se adapta perfectamente a esa creación fílmica de Truffaut con apariencia de cine negro y mezcla de diferentes géneros:
Truffaut declaró que el día en que la música de Delerue se deslizó sobre sus imágenes, su cine ganó en densidad y sentimiento. Es indudable que la colaboración entre ambos nos dejó algunas bandas sonoras excepcionales, como la de “El Último Metro”, una interesante cinta sobre el mundo del teatro durante la ocupación alemana de París, donde el trabajo de Delerue fue premiado con un César, o la estupenda música de “La piel suave”, “Las dos inglesas y el amor” o “Jules y Jim”:
Pero el gran éxito de Delerue con Truffaut es, sin duda, la banda sonora escrita para la extraordinaria película “La noche americana”, pese a diferir bastante del resto de trabajos entre ambos. Este film, en el que el propio Delerue se interpreta a sí mismo como músico del equipo, constituye todo un canto de Truffaut de amor al cine y a sus gentes. Cuenta Delerue que tuvo especiales problemas para componer el tema principal, al cual quería dotar de toda esa emotividad que el director había conseguido plasmar en la pantalla. Y entonces fue cuando tuvo la idea de escribir una gran pieza para trompetas y orquesta que llevase las reminiscencias de las grandes obras barrocas de Bach o Haendel, compuestas a mayor gloria de Dios, y que aquí simbolizarían la glorificación del cine y del oficio de cineasta:
video de thebathroomsinger
Coincidía Delerue con Debussy en que “la música es el arte de explicar lo inexplicable”. Su principal preocupación siempre fue conseguir la mayor expresividad posible en su obra: “En el momento en que las palabras ya no basten, en que la imagen, los ruidos ya no basten, entonces entra la música”.
Pese a preocuparse como Bernard Herrmann más por la expresividad emocional que por la pura descripción ambiental, las diferencias entre ambos compositores son patentes. Delerue presenta una mayor base melódica, con utilización exhaustiva de las cuerdas, y trabaja a menudo con la figura del leitmotiv, que en ocasiones nos deja momentos absolutamente emocionantes, y a veces pecan de repetitivos.
El también compositor de bandas sonoras Gabriel Yared ("Betty Blue", "El Paciente Inglés", "Troya") le acusaba de no haber hecho evolucionar su música, sino simplemente haberse limitado a engordar su cuenta corriente. Es verdad que existe cierta irregularidad en los trabajos de Delerue, motivados en muchas ocasiones por su velocidad en la composición de una obra tan prolífica, pero una observación tan tajante como la de Yared no sólo es falsa, sino además profundamente injusta.
La obra para cine de Delerue presenta múltiples facetas, mostrando siempre su habilidad para la descripción de ambientes y emociones, en todo tipo de géneros cinematográficos (comedias, dramas, cintas históricas, thrillers, películas de acción), pudiendo fluctuar, sin perder un ápice de su personalidad (el llamado "sello Delerue"), desde lo épico ("Orgullo de estirpe"), a lo más íntimo (el lirismo de "Le mépris", un momento bellísimo de la música para el cine).
Pero el gran éxito de Delerue con Truffaut es, sin duda, la banda sonora escrita para la extraordinaria película “La noche americana”, pese a diferir bastante del resto de trabajos entre ambos. Este film, en el que el propio Delerue se interpreta a sí mismo como músico del equipo, constituye todo un canto de Truffaut de amor al cine y a sus gentes. Cuenta Delerue que tuvo especiales problemas para componer el tema principal, al cual quería dotar de toda esa emotividad que el director había conseguido plasmar en la pantalla. Y entonces fue cuando tuvo la idea de escribir una gran pieza para trompetas y orquesta que llevase las reminiscencias de las grandes obras barrocas de Bach o Haendel, compuestas a mayor gloria de Dios, y que aquí simbolizarían la glorificación del cine y del oficio de cineasta:
video de thebathroomsinger
Coincidía Delerue con Debussy en que “la música es el arte de explicar lo inexplicable”. Su principal preocupación siempre fue conseguir la mayor expresividad posible en su obra: “En el momento en que las palabras ya no basten, en que la imagen, los ruidos ya no basten, entonces entra la música”.
Pese a preocuparse como Bernard Herrmann más por la expresividad emocional que por la pura descripción ambiental, las diferencias entre ambos compositores son patentes. Delerue presenta una mayor base melódica, con utilización exhaustiva de las cuerdas, y trabaja a menudo con la figura del leitmotiv, que en ocasiones nos deja momentos absolutamente emocionantes, y a veces pecan de repetitivos.
El también compositor de bandas sonoras Gabriel Yared ("Betty Blue", "El Paciente Inglés", "Troya") le acusaba de no haber hecho evolucionar su música, sino simplemente haberse limitado a engordar su cuenta corriente. Es verdad que existe cierta irregularidad en los trabajos de Delerue, motivados en muchas ocasiones por su velocidad en la composición de una obra tan prolífica, pero una observación tan tajante como la de Yared no sólo es falsa, sino además profundamente injusta.
La obra para cine de Delerue presenta múltiples facetas, mostrando siempre su habilidad para la descripción de ambientes y emociones, en todo tipo de géneros cinematográficos (comedias, dramas, cintas históricas, thrillers, películas de acción), pudiendo fluctuar, sin perder un ápice de su personalidad (el llamado "sello Delerue"), desde lo épico ("Orgullo de estirpe"), a lo más íntimo (el lirismo de "Le mépris", un momento bellísimo de la música para el cine).
Una de las partituras más intensas que escribió Delerue fue la compuesta para la excesiva y sórdida película de Andrej Zulawsky “Lo importante es amar”, consiguiendo, de forma magistral, potenciar la pasión y el romanticismo desgarrado que tiene lugar en la pantalla:
video de grcinque
video de grcinque
El eclecticismo de Delerue se plasma claramente en sus obras, donde se pueden adivinar influencias de la música popular francesa, la inspiración melódica clásica, la vanguardia más innovadora o el jazz, a través de cuarenta años de prolífica carrera repartidos entre el mejor cine francés y europeo, y también en Hollywood, donde el compositor acabó estableciéndose a finales de los 70. Allí firmaría algunos trabajos muy importantes como el score de “True Confessions” (Ulu Grosbard, 1981), colaborando con directores de la talla de Fred Zinnemann ("Un hombre para la eternidad", "Chacal"), John Huston ("Paseo por el amor y la muerte"), Mike Nichols ("Silkwood"), Norman Jewison ("Agnes de Dios"), Oliver Stone ("Platoon"), o George Cukor ("Ricas y Famosas"):
Con la banda sonora de “A little romance” (George Roy Hill, 1979), una historia romántica juvenil ambientada en Venecia, consiguió su único Oscar, arrebatándoselo nada menos que a “Star Trek” de Jerry Goldsmith y “10” de Henry Mancini.
Truffaut dijo de él que era directo, expresivo y fraternal, y añadió: “su música se parece a él y él se parece a su música".
Si eso era cierto, Georges debía ser un gran tipo.
Con la banda sonora de “A little romance” (George Roy Hill, 1979), una historia romántica juvenil ambientada en Venecia, consiguió su único Oscar, arrebatándoselo nada menos que a “Star Trek” de Jerry Goldsmith y “10” de Henry Mancini.
Truffaut dijo de él que era directo, expresivo y fraternal, y añadió: “su música se parece a él y él se parece a su música".
Si eso era cierto, Georges debía ser un gran tipo.
Hola Atticus:
ResponderEliminarMe gusta casi todo lo de Delerue y, en especial, L'important c'est d'aimer que vi en Francia en 1976 y me dejó impactada. En cuanto al bello vals de Ricas y Famosas fue, durante mucho tiempo, la sintonía de un programa de cine que presentaba por radio el crítico Alex Gorina. Como yo, pese a haber visto la película y disfrutado con ella-era el último Cukor-llamé a Alex a la emisora y me resolvió la duda.
Un post interesantísimo que nos acerca a un músico nada olvidable.
Gracias!
Es una pena no tener más tiempo para disfrutar de tus entradas.
ResponderEliminarAdemás de ser interesante, tienes mucho gusto.
Un abrazo desde los mares de Extremadura
Hola, encontré este blog, pues soy un enamorado de la musica del maestro de la belleza musical. desde 1992, justo cuando falleció, escuché un tema de él, de la bso A las 9 de cada noche, y ya no pude quitarmelo de mi cabeza, sería fácil decir que me gusta todo, pero si que no hay un solo día que no escuche algo de él, sea en casa, en el coche, en el trabajo, y cuando tengo oportunidad, si alguien cercano a mí, nececita un detalle, le regalo un tema de él, pura belleza, sencilla y emotiva.
ResponderEliminarUn saludo. Juanchi.Badajoz
Bienvenido Juanchi. Comparto tu amor por Delerue. En su prolífica obra hay momentos más inspirados que otros, sin duda. Si tuviera que elegir no lo haría con una pieza concreta, sino con el conjunto de su colaboración con Truffaut. Consiguió hacer brillar la belleza de sus composiciones, al tiempo que lograba servir al film dotando de la intensidad requerida a cada momento.
ResponderEliminarTodo un maestro que merecería un reconocimiento mayor.
Vuelve cuando quieras por este blog, Juanchi. Gracias por tu comentario.