lunes, 10 de mayo de 2010

DON QUIJOTE Y MAURICE RAVEL


"La lucha contra la amenaza" - Don Quijote - Salvador Dalí

En 1933, el austriaco Georg-Wilhem Pabst rodó su película “Don Quijote”, una versión musical de la inmortal obra de Miguel de Cervantes, creada a mayor gloria de su protagonista, el gran bajo ruso Feodor Chaliapin.

El film se rodó en Francia, en una época en la que Europa vivía una situación complicada que acabaría desembocando años después en la Segunda Guerra Mundial. Fue muy comentada la escena final, en la que muere Don Quijote mientras ve como arde su librería, de la que se decía que Pabst se había recreado en ella como metáfora de la quema de libros acaecida ese mismo año en la Alemania nazi. Pero teniendo en cuenta la fecha de ese suceso (10 de mayo de 1933) y la del estreno de la película (marzo de 1933), resulta imposible.

Se rodaron tres versiones distintas, en francés, alemán e inglés. En todas ellas el vestuario y decorados eran los mismos y Chaliapin el protagonista, pero el resto del reparto cambiaba.

Pabst se planteó incluir en su film música de famosos compositores como Manuel de Falla o Darius Milhaud, y a tal fin contactó también con Maurice Ravel para que éste compusiera algunas canciones para Chaliapin.

Ravel tomó como base unos poemas de Paul Morand, quien fue embajador de Francia en Madrid y llegó a colaborar en el guión de la película de Pabst, y compuso tres canciones que denominó: “Chanson romanesque”, “Chanson épique” y “Chanson à boire”. Finalmente la música de Ravel no fue utilizada en la película, siendo Jacques Ibert el elegido para componer su banda sonora.

Las canciones de Ravel fueron estrenadas el 1 de diciembre de 1934, en su versión orquestal, bajo el título de “Tres canciones de Don Quijote a Dulcinea”, siendo interpretadas por el barítono Martial Singher. Estas fueron las últimas composiciones de Ravel, que fallecería tres años después.

La primera de ellas, “Chanson romanesque”, es una invocación llena de romanticismo a Dulcinea, por quien el héroe castellano afirma ser capaz de detener la tierra o derribar la noche de un golpe. El punto de máximo lirismo se alcanza cuando el nombre de Dulcinea se apaga en la nota final en un pianísimo conmovedor.

“Chanson épique” fue dedicada por Ravel a Martial Singher, el barítono que estrenó la obra. En ella Don Quijote vela sus armas junto al altar dedicado a una Virgen que le recuerda a su amada y pide a San Miguel y San Jorge que bendigan su espada y a su Señora.

La última de las canciones, “Chanson à boire”, está compuesta basándose en el ritmo de jota, y en este brindis de Don Quijote al amor y la alegría frente a las miserias humanas, Ravel consigue transmitir el estado de ebriedad del caballero con algunos detalles, como esos glissandi del “je bois”, auténticamente geniales.

He querido ilustrar esta entrada con uno de mis intérpretes favoritos de esta obra, Gérard Souzay, acompañado en esta ocasión por la Orquesta de Radio Canadá dirigida por Jean Beaudet:


video de eli52133

5 comentarios:

  1. Qué bien cantaba Gérard Souzay. Le daba a cada palabra la entonación justa, insuflaba vida al texto al estilo de un Hans Hotter o un Fischer-Dieskau.

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  2. Realmente tú lo has dicho mejor que nadie: "Insuflaba vida al texto". Su voz era mucho más que un vehículo para transmitir los versos y las notas, dotaba de personalidad propia a esa conjunción entre poesía y música.
    Precisamente Fischer-Dieskau tiene también grabado un espléndido Don Quichotte à Dulcinée.

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  3. También podía hacer grandes cagadas.

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  4. Casi todos los cantantes tienen luces y sombras, pero eso no quita para reconocer que pocos como Souzay han sabido transmitir con su voz el espíritu de la mélodie francesa.

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  5. Estoy totalmente de acuerdo, por eso decía que "también". Lo decía por la grabación de "Castor et Pollux" con Harnoncourt, en la que Souzay se me atraganta más que un poco.

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